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pueda ser un obstáculo para la vida eterna. En este sentido di– jo Cristo: «El que quiera venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Pues quien quiera salvar su vi– da, la perderá y quien pierda la vida por mí y el Evangelio, ese la salvará» (Me 8, 34-35). EL AMOR AL PROJIMO También ep. el prójimo se refleja la bondad divina y por eso Dios lo ama. Crist9 ha muerto por todos, dando su vida en la cruz. El amor al prójimo es la verdadera piedra de toque para descubrir nuestro amor , a Dios: «Si alguno dijere: Amo a Dios; pero aborrece a su hermano, miente. Pues el que no ama a su hermano, a quien ve, no es posible qu(?. ame a Dios, a quien no ve. Y nosotros tenemos de El este precepto, que quien ama a Dios, ame también a su hermano» (1 Jn 4, 20-21). De hecho, el juicio final versará sobre nuestro amor al prójimo: «Venid, benditos de mi Padre, tomad posesión del Reino ... porque tu– ve hambre y me dísteis de comer... Y responderán los justos: ¿cuándo te vimos hambriento y te alimentanws? ... En verdad os digo que cuan– tas veces hicísteis eso a uno de estos mis hermanos menores, a mí me lo hicísteis» (Mt 25, 34-40). Ciertamente, debemos preferir el bien espiritual propio al del pró– jimo pero no hemos de querer más nuestro propio cuerpo que el bien espiritual del prójimo. Cristo dijo: «Este es mi precepto, que os améis unos a otros como yo os he amado» (Jn 15, 12). Y Cristo nos amó has– ta dar la vida. Un cristiano de verdad debe estar dispuesto a dar su vida por el bien espiritual de los demás hombres. Brevemente: los grados del amor al prójimo son: ~Amarnos como a nosotros mismos (amor ordinario = Viejo Tes– tamento). -Amarnos como a Cristo (amcr perfecto = Nuevo Testamento). -Amarnos como Cristo nos amó (amor heroico = Nuevo Testa- mento). EL AMOR A LOS ENEMIGOS Es una modalidad del amor al proJ1mo, que reviste una dificultad especial, pero donde nuestro amor se puede presentar de una manera más pura. 96 «Amad a vuestros enemigos y orad por los que os persiguen... Pues si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen eso también los publicanos?» (Mt 5, 44-46). El cristianismo es esencialmente amor, y debe extenderse a todos

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