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bre todas las cosas, por ser quien es, y a nosotros y al prójimo por amor de Dios». Como se desprende de esa noción, el motivo de la caridad es Dios mismo, su bondad. A Dios lo amamos por ser Dios, bondad infinita, y al prójimo y a nosotros mismos por ser un reflejo de la bondad de Dios. El objeto primario del amor es Dios; el secundario somos los hom– bres. Debiéramos esforzarnos por manifestar en nuestra vida ]a bondad de Dios, y preocuparnos no sólo de amar, sino de ha– cernos «amables», dignos de ser amados por los demás. EL AMOR A DIOS Ese es el fin de nuestra existencia porque hemos sido cread.os pa– ra amar a Dios. Es el Sumo Bien y sólo por eso digno de ser amado. Pero además es Amor, que nos ama desde la eternidad-«El nos amó primero» (1 Jn 4, 19)-y al que es justo que correspondamos con nues– tro amor. Y no sólo nos amó primero, sino también de un modo excepcional y -extraordinario: «Tanto amó Dios al mundo que le entregó su Hijo Unigénito» (Jn 3, 16). «Ved qué amor nos ha mostrado el Padre que :nos llamemos y seamos de verdad hijos de Dios» (1 Jn 3, 1). Como hijos hemos de amar a Dios: luego nuestro amor ha de ser sobrenatural. En segundo lugar hemos de amarle más que a todas las .cosas: más que a nuestros padres, hermanos, amigos, etc ... No debes apurarte si el amor a tus padres o a otras personas sensiblemente es más fuerte. El amor a Dios ha de ser aprecia– tivamente sumo, no sensiblemente, es decir, que prefieras más perder a tus padres que ofender a Dios gravemente, aunque de modo sensible sientas más la muerte de un ser querido que un pecado mortal. Y ha de ser un amor práctico, que se manifieste en obras: «El que :recibe mis preceptos y los guarda, ese es el que me ama» (Jn 14, 21). NECESIDAD DE LA CARIDAD Hay teólogos que dicen que la caridad se identifica con la gracia -santificante. Por lo menos, van siempre juntas y . son inseparables. Luego, lo mismo que la gracia, la caridad es absolutamente necesaria ·para salvarse. Pero el amor de Dios, que se nos ha infundido, debemos desarrollar– lo y aumentarlo. Recuerda lo que dice Cristo, en la parábola de los ta-
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