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--:La del que confía conseguir la vida eterna sin hacer penitencia ni obras buenas. Abusa de Dios, burlándose de su justicia. Cree que Dios está obligado a salvarlo por encima de todo, que es tan bueno que no puede condenar a nadie al infierno. La desesperación es renunciar deJ.iberadamente a la esperanza, cre– yendo imposible la consecución de la vida eterna. Debido quizás a los propios pecados, a escrúpulos, al abuso de las gracias, uno puede ser tentado a creer que Dios lo ha abandonado, y renuncia a la esperan– za. Es la estructura del ser condenado, y en este mundo la desespera– ción es una especie de condenación anticipada. Tanto la presunción como la desesperación son pecados graves. CONSIDERACION FINAL Hay que desarrollar y actuar la virtud de la esperanza. Aun sin pe– car contra ella, ¿cuántos católicos viven según la esperanza que se les ha infundido? Saben que existe Dios, el cielo, los medios dispuestos por Dios para conseguirlo, pero estas realidades apenas tienen valor para ellos. ¿Esperan y confían verdaderamente? Su vida está estructurada al margen de la esperanza... Los pecadores no desconfíen. Por muchos que sean sus pecados, ma– yor es la misericordia de Dios. Hagan penitencia y confíen en el Señor,. que El no los abandonará. La esperanza viva producirá en nosotros paciencia, alegría serena y paz profunda. «Retengamos firmes la confesión de la esperanza, por– que es fiel el que la ha prometido» (Heb 10, 23). LECTURA EL CRISTIANO DEBE VIVIR CON FIRME ESPERANZA «Tengo por cierto que los padecimientos del tiempo presente no son nada en comparación con la gloria que ha de manifestarse en nosotros; porque el con– tinuo anhelar de las criaturas ansía la manifestación de los hijos de Dios, pues las criaturas están sujetas a la vanidad, no de grado, sino por razón de quien las sujeta, con la esperanza de que también ellas serán libertadas de la servi– dumbre de la corrupción para participar en la libertad de la gloria de los hijos de Dios. Pues sabemos que la creación entera hasta ahora gime y siente dolores. de parto, y no sólo ella, sino también nosotros que tenemos las primicias def Espíritu, gemimos dentro de nosotros mismos suspirando por la adopción, por la redención de nuestro cuerpo. Porque en esperanza estamos salvos; que la espe-– ranza que se ve, ya no es esperanza. Porque lo que uno ve, ¿cómo esperarlo? Pero si esperamos lo que no vemos, en paciencia esperamos» (Rm 8, 18-25). 90
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