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Hay que evitar una vida poco consecuente con la fe. El pecado .llega a obcecar y endurecer nuestro corazón. Otra obligación de la fe es la de conocerla lo más profunda y ex– plícitamente posible. No conformarse con las verdades elementales del ·Catecismo, sino ampliar su estudio y poner la fe a la altura de nuestro nivel intelectual. Tampoco debemos avergonzarnos de ella: saber confesarla delante de los hombres, por lo menos con nuestra conducta cristiana. «El que .me confesare delante de los hombres, yo también le confesaré delan– te de mi Padre; y el que me negare delante de los hombres, yo le ne– _garé también delante de mi Padre, que está en los cielos» (Mt 10, 32-33). Finalmente propagarla. No encerrarse egoístamente en la posesión de la verdad, sino difundirla. Hay que dar a conocer a Cristo a todo el mundo, comenzando por nuestros familiares que quizás no practican, por los amigos y compañeros, por los infieles y paganos. La ayuda a las misiones, según la posibilidad de cada uno, es un deber ineludible de todo católico. Todos debemos ser apóstoles. LECTURA LA FE EN CRISTO, NO LA LEY ANTIGUA, ES LA QUE NOS SALVA «¡Oh insensatos gálatas! ¿Quién os fascinó a vosotros, ante cuyos ojos fue pre– -sentado Jesucristo como muerto en la cruz? Esto sólo quiero saber de vosotros: ¿Habéis recibido el Espíritu por virtud de las obras de la Ley o por virtud de la :predicación de la fe? ¿Tan insensatos sois? ¿Habiendo comenzado en Espíritu, aho– ra acabáis en carne? ¿Tantos dones habréis recibido en vano? Sí que sería en -vano. El que os da el Espíritu y obra milagros entre vosotros, ¿lo hace por las obras de la Ley o por la predicación de la fe? Como escrito está, Abrahán creyó y le fue imputado a justicia. Entended, pues, .que los nacidos de la fe, esos son los hijos de Abrahán, pues previendo la Es– critura que por la fe justificaría Dios a los Gentiles, pronunció de Abrahán: En ti serán bendecidas todas las gentes. Así que los que nacen de la fe son benditos con el fiel Abrahán. Pero cuantos confían en las obras de la Ley se hallan bajo la maldición, porque escrito está: Maldito todo el que se mantiene en cuanto está escrito en el libro de la Ley, cumpliéndolo. Y que por la Ley nadie se justifica ante Dios es manifiesto, porque el justo vive de la fe. Y la Ley no se funda en la fe, sino que el que la cumple, en ella vivirá. Cristo nos redimió de la maldición de la Ley haciéndose por nosotros maldi– ción, pues escrito está: Maldito todo el que es colgado del madero; para que la bendición de Abrahán se extendiese sobre las gentes en Jesucristo y por la fe re– cibamos la promesa del Espíritu» (Gl 3, 1-14). 79
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