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crean un ambiente de criterios naturales y anticristianos, por los que fácilmente nos dejamos arrastrar. Vivimos en medio de ese ambiente y necesitamos estar en guardia. Por eso Cristo ha intercedido a favor de los cristianos: «Yo ruego por ellos, no ruego por el mundo» (Jn 17, 9). LA CARNE El mundo ataca a los que quieren ser buenos, propagando falsos principios («así hacen todos, es costumbre, hay que vi– vir... ») y malos ejemplos; además emplea el sarcasmo y trata· de ridiculizar las buenas obras y las ideas espirituales. Hace falta tener carácter y personalidad para no dejarse arrastrar. El tercer enemigo somos nosotros mismos, nuestros sentidos y nues– tra concupiscencia que se rebelan contra la razón y contra Dios. El mundo es un ambiente que nos rodea pero del que podemos aislarnos. En cambio la carne la llevamos siempre con nosotros. La concupiscencia viene a ser como la «encarnación» del demonio, -permítaseme la comparación-, la cabeza de puente que ha abierto en nuestro territorio y desde la que nos combate sin cesar. La carne nos h alaga p ara que consintamos con sus deseos de sensualidad y de placer . Son los siete pecados capitales quienes nos atraen con fuerza. Pero en la carne no encontraremos la felicidad. San Pablo nos ad– vierte : «Si vivís según la carne, moriréis; mas si con el espíritu mortifi– cáis las obras de la carne, viviréis» (Rm 8, 13). OCASIONES Y PELIGROS DE PECAR Ocasión es . la oportunidad externa que se nos presenta de cometer un pecado. · El jefe está contando billetes de banco. Le llam an urgente– mente a otra habitación y deja todo el dinero sin contar sobre la mesa. El subalterno a l quedarse .solo, tien e la ocasión (opor– tunidad) de coger unos cuantos billetes sin que se note su falta. El peligro es un concepto más amplio. Abarca tanto las situaciones externas como las internas, que nos inducen a pecar. La ocasión puede ser próxima y remota. Es próxima si ordinaria– mente conduce al pecado, v. gr.: una botella de vino es ocasión pró– xima para un alcoholizado. Es remota si solamente rara vez conduce al pecado: un hombre que consienta en un mal pensamiento viendo una película apta para t odos. Ponerse, sin motivo suficiente, en una ocasión próxima de pecado grave, es ya de suyo pecado grave. 69
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