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e) consentimiento pleno. Es lo más importante. Uno puede darse cuenta de la gravedad de un acto y, sin embargo, no poderlo evitar, ; ni quererlo en sí. No hay pecado grave en ese caso. Si uno tiene un mal pensamiento y advierte claramente que: es malo, pero por más que se esfuerza en rechazarlo, no lo con– sigue, no comete pecado grave mientras su voluntad se mantenga ' firme en rechazarlo. EFECTOS DEL PECADO MORTAL El pecado mortal tiene efectos desastrosos. Con respecto a Dios: El pecado es un desacato, una injuria a nuestro Padre. Quedamos inca– pacitados para merecer a sus ojos. Nuestras obras mientras estemos en pecado, no merecen sobrenaturalmente. Con respecto al Cuerpo Místico, que es la Iglesia: Somos un miem– bro enfermo que dificulta el ordenado funcionamiento del organismo. «Si padece un miembro, todos los miembros padecen con él» ( 1 Cor 12, 26). Aunque este entorpecimiento no sea sensible, no deja de ser real. Somos una molestia en el Cuerpo Místico. Con respecto a nosotros mismos : Perdemos la gracia y algunas virtu– des infusas. Dejamos de asemejarnos a Cristo y perdemos todos los mé– ritos adquiridos. Si se muere en ese estado, se condena uno eterna– mente. EL PECADO VENIAL Podemos decir que se comete un pecado venial cuando se da la tras– gresión de una ley en materia leve, aunque haya advertencia y consen– timiento plenos. Si es en materia grave, faltando la advertencia o el consentimiento plenos, tampoco es pecado mortal. Una mentira sin consecuencias, dicha con toda la advertencia y el consentimiento, es pecado venial. Un acto deshonesto (en ma– teria grave) si no hay advertencia o consentimiento plenos, es pe– cado venial. La conciencia errónea, creyendo leve algo que en sí es grave, puede hacer que se le impute solo como pecado venial lo que de suyo sería pecado mortal. Ciertamente el pecado venial no llega a separarnos, como lo hace el peq1do mortal, de Dios nuestro Señor, pero tiene también sus efec– tos perjudiciales para el alma: Es un enfriamiento en el amor a Dios, que ocasiona, con su fre– cuencia, el estado de tibieza. La tibieza se caracteriza por una deja– dez y abandono hasta el límite del pecado mortal; no hay sensibilidad 62
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