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Y como el hombre ha sido creado para amar a Dios, al no cumplir su finalidad pierde su razón de ser. Una pluma estilográfica que ya no escribe, es inútil y se tira. Y el hombre que ofende a Dios, corre el 1iesgo de ser rechazado por inservible. Desde luego, el pecado es algo incomprensible: que el hombre an– teponga los bienes creados y pasajeros al bien eterno, que no quiera ser hijo sino esclavo, que prefiera morir a vivir. Porque el pecador no pierde simplemente algo sobreañadido a su naturaleza (la gracia santificante, la posesión de Dios en el cielo) sino que al estar tan íntimamente unido en el hombre lo sobrenatural y lo natural, no se pierde lo sobrenatural sin perjudicar a lo natural. Los ángeles que pecaron, no solamente p erdieron la visión de Dios, sino que se convirtieron en demonios. Nuestros primeros padres, pecando, no sólo tuvieron que salir del Paraíso, sino que comenzaron a padecer y sufrir. Y en definitiva el que muere en pecado mortal no consigue ni siquiera el fin natural: una felici– dad humana, sino que se condena, quedando en una condición infrahumana. Lo lógico sería el aniquilamiento del pecador, al perder su razón de existir. Pero Dios no aniquila nada de lo que ha creado. Y así el pe– cador perdura eternamente en una situación no natural, misteriosa. El pecado es un mal mayor que la misma muerte. El hecho de que Cristo haya tomado sobre sí los pecados de los hombres y que el Padre lo haya entregado a la muerte de cruz, dice bien claro el grave mal que es el pecado. DIVISION Todos los hombres descendientes de Adán, exceptuados únicamente Jesucristo y la Virgen María, nacemos con pecado original. Es el pe– cado que cometieron nuestros primeros padres y que se nos trasmite por generación natural. El Bautismo, borrándolo, nos hace hijos de Dios al infundirnos la gracia santificante. Pero des,pués podemos nosotros volver a pecar, con pecado perso-– nal, realizado por nosotros mismos. Si es tan grave que nos priva de la gracia santificante, se llama mortal. De lo contrario es sólo venial.. Bajo otro aspecto, puede ser material, cuando se desobedece a la ley de Dios sin advertir la malicia del acto o sin poderlo evitar, o formal cuando se desobedece consciente y libremente. En el pecado ma– terial no hay responsabilidad, sí la hay en el formal. 60

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