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Decir de uno que tiene la virtud de la paciencia es afirmar que tiene la suficiente energía para sufrir las tribulaciones y con– trariedades que le sobrevengan. No son, pues, algo meramente pasivo. Aun las llamadas así, pasivas, requieren en el sujeto un valor que es lo que .constituye la virtud. No son los hombres virtuosos los carentes de dinamismo y decisión, sino precisamente los viciosos, que se dejan arrastrar por la corriente. Las virtudes cristianas son una participación de la fortaleza divina de Cristo. Su excelencia radica ahí; por lo tanto no sólo nos hacen hom– bres perfectos, sino que nos divinizan. ¡Qué distinta y equivocada la opinión del mundo considerando a las virtudes como propias de los seres débiles! DIVISION DE LAS VIRTUDES El hombre con la repetición de actos puede adquirir un modo cons– tante de obrar, es decir 1 puede adquirir una virtud natural. Depende del esfuerzo del hombre. Es a lo que nos referimos al hablar de un hombre naturalmente bueno, naturalmente alegre, etc... Son las virtudes naturales que tam– bién se llaman adquiridas, aunque a veces brotan sin esfuerzo de nues– tra misma naturaleza. No tienen valor meritorio, por sí mismas, para la vida eterna. Las sobrenaturales no dependen sólo del hombre, sino que son in– fundidas gratuitamente por Dios en el alma. Se llaman también infusas. Son éstas las que nos identifican con Cristo y hacen nuestros actos meritorios para la eternidad. Los actos sobrenaturales pueden tener una doble dirección: referir– se directamente a Dios o a los hombres: Son teologales los actos que tienen a Dios por objeto inmediato, y morales las que como objeto inmediato tienen al hombre. Las virtudes teologales son tres: Fe: por la que prestamos asentimiento a lo que Dios dice, por su misma autoridad. Esperanza: por 1a que esperamos poseer la gloria del cielo, con la ayuda de Dios. Caridad: por la que amamos a Dios por ser quien es, y al prójimo por Dios. Las teologales nos unen con Dios y son la base de toda la vida es– piritual. Por la fe recibimos a Cristo y comienza nuestra salvación; la esperanza nos sostiene en nuestro peregrinaje hacia la Patria, y la caridad es el fin y la posesión de Dios. Mientras vivimos en este mun- 54

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