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infinita, en cualquier situación en que nos encontremos, siempre po– dremos perfeccionarnos más. En la vida espiritual se suelen distinguir tres grados o etapas: Vía purgativa: negativamente se caracteriza por la lucha contra el pecado mortal. El amor no prevalece plenamente sobre el temor. Son los comienzos, difíciles, cuando la atracción del pecado se hace sentir fu~rtemente. Vía iluminativa: Cristo se va ens,eñoreando del alma. Va prevalecien– do el amor. La lucha está entablada contra los pecados veniales. Se frecuentan más los sacramentos y la oración. Vía unitiva: La identificación y unión con Cristo es plena. Todo se hace por amor. Su oración es la contemplativa. La alegría se desbor– da a torrentes, aun en medio de los mayores sufrimientos. LOS CONSEJOS EVANGELICOS La perfección es obligatoria para todos. El modo de conseguirla es cumpliendo cuanto Cristo nos ha mandado, que son sus leyes, sus pre– ceptos. Pero, para mejor alcanzar esa perfección, que es obligatoria, Cristo nos aconseja practicar ciertas cosas. Son los consejos evangélicos de pobreza, obediencia y castidad. No son obligatorios, puesto que son consejos, a excepción de lo que a todos manda la misma ley de Dios (v. gr.: no fornicar, etc... ). Pero facilitan enormemente la perfección. Los religiosos son quienes han aceptado voluntariamente estos con– sejos y se han comprometido a cumplirlos, bajo voto. Mas los conse– jos no se han de considerar como algo exclusivo de la vida religiosa, sino que han sido dados a todos los cristianos, y todos deben, al me– nos en espíritu, tratar de seguirlos. Porque los consejos no son solamen– te un medio de conseguir la perfección, sino también una exigencia y manifestación de la perfección. El que aspire a la perfección no pue– de menos de mostrarse desprendido de los bienes terrenos (pobreza), de las afecciones carnales (castidad) y de la propia voluntad ( obe– diencia). LAS BIENAVENTURANZAS Son el código de la perfección cristiana y expresión del espíritu de los consejos evangélicos. «Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el Rei– no de los Cielos. 50
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