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durante tres años toda Palestina, curando a los enfennos, resucitan– do a los muertos, perdonando a los pecadores, consolando con su pa– labra a los pobres y angustiados. Incomprendido por los sacerdotes y fariseos, muere en la cruz amando y perdonando a lgs mismos que le dan muerte. San Juan nos dice: «Como hubiese amado a los suyosr los amó hasta el fin» (Jn 13, 1) «No hay mayor amor que dar la vida por los amigos» (Jn 15, 13). Juntamente con el amor, la pobreza. Es una consecuencia de su amor. «No se puede servir a dos señores ... No podéis servir a Dios y a las riquezas» (Le 16, 13). Si el amor a Dios es auténtico, nos satisfará plenamente y tanto las riquezas como todo lo creado no tendrán sitio en nuestro corazón. Llevaremos una vida desprendida y pobre. La po– breza de Belén fue el preludio de toda su vida pobre: «Las raposas tienen cuevas y las aves, nidos; pero el Hijo del hombre no tiene dón– de reclinar su cabeza» (Mt 8, 20), que culmina con su desnudez en la cruz: «Dividieron sus vestidos, echándolos a suerte» (Mt 27, 35). Todas las virtudes sobresalen en Cristo : la obediencia, obediencia heroica que llega hasta la muerte: «Se hizo obediente hasta la muerter y muerte de cruz» (Fl 2, 6); la humildad, humildad profunda y mani– fiesta, que El nos exhorta a imitar: «Aprended de Mí, que soy manso y humilde de corazón» (Mt 11, 29); la fortaleza y valentía, increpando, abiertamente a los fariseos, caminando voluntariamente a la muerte.. ~ LA PERFECCION CRISTIANA Consiste en reproducir a Cristo en la propia vida. Poder llegar a ser otros Cristos en la tierra, y afirmar con toda realidad que «no soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mí» (Gl 2, 20) es nuestra per– fección. Y como Cristo fue todo caridad y amor, la perfección cristiana se– rá el dominio de la caridad en nuestra vida. Cuando todo lo que haga– mos, grande o pequeño, importante o vulgar, lo hagamos por caridad y amor, entonces estaremos obrando perfectamente «a lo cristiano»~ Esa es nuestra santidad a la que todos estamos llamados, cada uno se– gún su estado, y de la que nadie debe excusarse: «Sed perfectos como· vuestro Padre celestial es perfecto» (Mt 5, 48). Históricamente, Cristo es la caridad crucificada. De ahí que· como elemento determinante nuestra caridad supone también c1 estado de crucifixión, mortificación. Es el elemento negativo: cru– cifixión de nuestras pasiones, de nuestro hombre viejo. GRADOS DE PERFECCION La perfección en este mundo no es un límite determinado que, una vez alcanzado, nos permita descansar. Como Cristo es · de perfección 49.

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