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Todo lo que de– satáreis en I a tierra, será des– atado en el de. lo (Mt 18, 18). bra de la esclavitud del pecado y las conduce a la libertad de los hijos de Dios-. En el desierto, antes de entrar en la tierra prometida, Dios habla a Moisés en el monte Sinaí y promulga su ley, ley eterna y divina, pues es la misma ley natural. «No tendrás otro Dios que a Mí. No tomarás en falso el nombre de Yavé, tu Dios. Acuérdate del día de sábado para santificarlo. Honra a tu padre y a tu madre. No matarás. No adulterarás. No robarás. No testificarás contra tu pro1zmo falso testimonio. No desearás la mujer de tu prójimo ... Ni nada de cuanto le pertenezca» (Ex 20, 3-17). 190
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