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Por tanto el objeto de la fortaleza es precisamente el bien en cuanto difícil, por lo que supone una fuerza especial para realizarlo, sea r~sis– tiendo, sea acometiéndolo. EL MARTIRIO Es el acto por excelencia de la virtud de la fortaleza, qu"e consiste en el padecimiento voluntario de un suplicio mortal, p_acientemente to– lerado, por amor de Cristo. «No hay mayor amor que dar la vida por los amigos» (Jn 15, 13). Por eso el martirio, informado del amor de Dios, abre inmediatamen_te las puertas del cielo. Decimos «informado del amor de Dios», porque ·sin amor de Dios, el martirio no vale nada: «si entregare mi cuerpo al fuego, no teniendo caridad, nada me aprovecha» (1 Cor 13, 3). Para sufrir el martirio, la pena tiene que ser de suyo mortal, aun– que por una providencia especial de Dios no cause la muerte. Lo meri– torio es esa disposición de ánimo de no arredrarse ante la muerte. Si los sufrimientos padecidos no fuesen mortales, entonces no recibiría el título de mártir, sino de confesor. Los perseguidores han de actuar por odio a Cristo o a su doctrina, no por razones políticas o de lucro, porque tampoco entonces habría ver– dadero martirio. Todos los cristianos hemos de tener nuestro ánimo preparado para el martirio, por si Dios nos pidiese esa prueba de amor. Y el mejor modo de prepararnos es ir sufriendo pacientemente y por amor de Dios las pe– queñas contrariedades y dificultades de cada día, y combatiendo los pe– cados contrarios a la fortaleza. PECADOS OPUESTOS A LA FORTALEZA Por falta de fortaleza, se peca de cobardía. Los cobardes rehuyen soportar las molestias necesarias para perseverar en el bien o temen excesivamente ante los peligros de muerte. Por exceso de fortaleza podemos mencionar la impasibilidad, que no teme -suficientemente lo que debería temer; y la temeridad, que desprecia los consejos de la prudencia, exponiéndose innecesariamen– te al peligro. La fortaleza, como las demás virtudes, está en el justo medio: ni excesos ni deficiencias. Tratándose de virtudes morales, los extremos son reprobables. 171

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