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zás ... Y este amor se ha de manifestar externamente en muestras de cariño, en obras, evitando cuanto pueda disgustarles, cumpliendo con nuestras obligaciones, estudiando, etc... , y ayudándoles en cuanto bu~ nam~nte podamos. Debemos respetarles. Son los superiores y representan a Dios. Si todo cuanto hagamos a los demás, es como si lo hiciéramos al mismo Cristo, ¡con cuánta más razón será lo que hagamos a nuestros padres! Este respeto ha de manifestarse también con obras, consultándoles, guiándose por su. experiencia, asistiéndoles en sus enfermedades y acha– ques, y comprendiendo sus debilidades. Finalmente, mientras vivamos dependiendo de ellos, la obediencia. Ellos gobiernan la casa y miran por nuestro bien. No obstante, un hijo no está obligado a obedecer a sus padres en lo referente a la elección de estado. El hijo hace bien en pedirles pa– recer, pero en definitiva es Dios quien llama a los diversos estados, y los hombres no deben interferir este llamamiento. Correlativos son los deberes para con los otros superiores, sobre todo por lo que respecta a la reverencia y obediencia. DEBERES DE LOS PADRES PARA CON LOS HIJOS Es ley natural que los padres amen a sus hijos, con un amor cris– tiano, mirándolos como un don y una bendición, señal de aprecio por parte de Dios. ¡Es horrendo el que por comodidad y egoísmo, los padres nie– guen el derecho a vivir a sus propios hijos! La función de los padres no debe limitarse a traer hijos a este mun– do, sino que han de orientarlos y encaminarlos al fin último: la vida eterna. Por eso su obligación de darles educación cristiana y de demos– trarles un amor verdadero y práctico, que no se reduce a consentirles todo, sino a exigirles una conducta conforme a su condición de cris– tianos e hijos de Dios. Los hijos son como un depósito sagrado que el Señor les ha confiado y que han de restituir enriquecidos con la •gracia y las virtudes. La educación, además de espiritual, ha de ser en lo posible intelec– tual y corporal. DEBERES DE LOS ESPOSOS Siempre la imagen de Cristo ha de ser el motivo y el fin del obrar humano. 159 .

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