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ELECCIONES Y TRIBUTOS Son casos prácticos de la justicia distributiva. Cuando se trata de elecciones públicas, todos los que tienen dere– cho a votar, deben hacer uso de ese derecho, y puede ser obligación grave si de su abstención pudiera seguirse la elección de personas me– nos competentes o convenientes. Deben votar por la persona o personas que reúnan concretamente las cualidades aptas para el cargo que se les ha de confiar. La propaganda puede ser permitida pero sin ser falsa ni deforman– te, y el elector ha de gozar de verdadera libertad interna y externa para emitir su voto en favor de quien quiera. Y lo mismo correlativamente se debe decir del Superior que debe elegir subalternos para diversos car gos y oficios: escoger los más ap– tos y no dejarse presionar por nadie. Para imponer los tributos, se ha de mirar el bien común, no exi– giendo más de lo debido y atendiendo a la condición de los contri– buyentes. SERVICIO MILITAR Es una forma de contribuir los ciudadanos al bien común. Donde esté legislado el servicio obligatorio, sin razones justifican– tes verdaderas nadie debe eximirse: obliga en conciencia. De esta ma– nera se satisface a la justicia distributiva no dejando las cargas para los demás. También obliga por justicia legal. .Desertar del ejército o no cumplir con el Servicio Militar supone, por consiguiente, un pecado contra la justicia. PECADOS DE ESTAS MATERIAS Se pueden reducir a la acepción de personas, por la cual un supe– rior distribuye los beneficios y títulos rentables sin tener en cuenta las cualidades positivas de las personas, sino solamente las razones de parentesco, amistad, recomendaciones, etc... La consecuencia de esto es el descrédito y el fracaso, porque al no ser personas aptas, son inevitables los errores, o por lo menos la so– ciedad no progresa lo que debiera progresar. Claro está que si se trata de regalos, el superior puede hacerlos a quien quiera, pero tratándose de bienes que se deben en justicia estric– ta, debe atenerse a las cualidades objetivas de las personas. Las recomendaciones son un mal endémico, y hay quien fas consi– dera lícitas como justa defensa contra las recomendaciones que lle– van otros. Quizás esto termine en un círculo vicioso, sin posibilidad de salida, y con peligro de perjudicar a los inocentes en vez de• perju– dicar a los culpables. Debemos inmunizarnos contra las recomenda– ciones ni pretenderlas para nosotros mismos. 155

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