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O sea, que el hombre prudente puede llegar con suma facilidad a valorar todos los aspectos morales de un hecho concreto y formar una conciencia recta, mientras que el irreflexivo y precipitado necesaria– mente no podrá tener en cuenta todas las modalidades que pueden influir en la acción. NECESIDAD DE LA PRUDENCIA En el mismo orden natural, la prudencia es indispensable para vivir. Imprudentemente tornas un baño sin haber terminado de hacer la digestión, y puedes ahogarte. Cruzas la calle sin fijarte si viene algún coche, y puedes ser atropellado. En el orden sobrenatural, podemos reducir a tres puntos la nece– sidad de la prudencia: a) Para evitar el pecado: el que es prudente, evita las ocasiones y no se pone en peligro de pecar. b) Para adelantar en la virtud: la prudencia nos dice cómo de– bemos practicar cada virtud, lo que más desarrolla su capacidad. Ei prudente avanzará más rápidamente en la vida de perfección. El varón prudente edificó su casa sobre la roca (Mt 7, 24)

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