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11 EL SACERDOCIO CRISTIANO Por la lección anterior seguramente has entrevisto ya la existencia de un sacerdocio común a todos los fieles católicos, y un sacerdocio ministerial, propio de quienes han recibido el sacramento del Orden. Vamos a estudiar ahora más detenidamente el sacerdocio cristiano. Debes llegar al convencimiento de que el sacerdote, aun a pesar de sus debilidades humanas~ es otro Cristo a quien has de respetar. EL SACERDOCIO COMUN Cristo, sacerdote eterno, ha ungido su Cuerpo Místico con la unción del Espíritu Santo, consagrándolo con su mismo sacerdocio. Todos los fieles, en la Iglesia de Cristo, somos sacerdotes, con un sacerdocio común. Por eso San Pedro llama a ios cristianos: «lina;e escogido, sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido para pre– gonar el poder del que os llamó de las tinieblas a su luz admirable)) ( l Pe 2,9). << Vosotros, como piedras· vivas sois edificados en casa espiritual y sacerdocio santo para ofrecer sacrificios espirituales, aceptos a Dios por Jesucristo» (1 Pe 2,5). Esta unión sacerdotal común se nos confiere por el Bautismo. Los bautizados <<han de ofrecerse a sí mismos como hostia viva, san– ta y grata a Dios» (Sobre la lgl~sia, núm. 10). Este sacerdocio se actualiza en los distintos sacramentos y en la práctica de las virtudes. Así, por la Confirmación el cristiano se obliga a difundir y defender la fe como testigo de Cristo; por el sacrificio de la Misa ofrece a Dios la Víctima divina al mismo tiem– po que se ofrece a sí mismo; en el sacramento de la Penitencia y Unción de los enfermos é~ toda la Iglesia la que perdona al pecador y ruega por los que sufren; por . el sacramento del Matrimonio los cónyuges se ayudan mutuamente a santificarse y a santificar los hijos que Dios les da. 80
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