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El mundo que nos rodea es una escala maravillosa para . llegar al conocimiento de Dios. LO INTIMO DE LA CONCIENCIA · Pero además Dios nos ha dado a todos los hombres la voz de la conciencia, que, en definitiva, no es más que la voz de Dios, por la que conocemos, si no nos obcecamos , lo que debemos obrar y ev ;tar. Es una nueva y más profunda manifestación de Dios al ho:nbre. Acertadamente expone el Concilio Vaticano II la dignidad y fun– ción de la conciencia: (( En lo más profundo de su conciencia des– cubre el hombre la existencia de una ley que él no se dicta a sí mismo, pero a la cual debe obedecer y cuya voz resuena, cuando es n_ecesario, en los oídos de su corazón, advirtiéndole que debe amar y practicar el bien y que debe evitar el mal: haz esto, evita aquéllo. Porque el hombre tiene una ley escrita por Dios en su co– razón, en · cuya obediencia consiste la dignidad humana y por la cual será juzgado personalmente. La conciencia es el núcleo más se– creto y sagrado del hombre, en el que éste se siente a solas con Dios, cuya voz resuena en el recinto más íntimo \ie aquélla)) (Sobre la Iglesia en el mundo actual, núm. 16). LA PALABRA DE DIOS En lo íntimo de la conciencia oímos la voz de Dios. Pero no son palabras objetivas, no es un hablar propiamente dicho. Dios no se ha dado por satisfecho con las dos manifestaciones, a través de la creación y a través de la conciencia individual, y ha querido, en su bondad, revelarse al hombre hablando con é1. La Revelación es una auténtica manifestación que Dios hablan– do hace de sí mismo. Dios tiene propiedades o atributos que no se manifiestan en las obras de la creación, y solamente hablando po– día descubrirlas al hombre. 40 Dios manifiesta su vida íntima no oara saciar simplemente la curiosidad del hombre, sino como verdadero amigo, que invita a participar de los propios bienes. Por parle nuestra seda presunción creer que Dios nos ha constituido hijos y herederos, si no fuese El mismo quien· fo ha dicho. No se trata de jactancia, sino de creer a Dios, que no puede engañarnos. La palabra de Dios es una señal de amistad. El mero hecho de

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