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En cada situación concreta en que te encuentres, puedes pre– guntarte: ¿Qué haría Cristo si estuviese en mi lugar? ¿ Cómo se comportaría? Y que después trates de obrar de la misma manera. Seguramen– te serás más paciente y comprensivo, cumplirás mejor con tus de– beres profesionales, _no te avergonzarás de mostrarte como hombre religioso. sabrás ser un buen amigo de tus compañeros. La vida es dura. Te presentará sus disficultades: pero tú supe– rarás todos los obstáculos con una fe profunda en Cristo y guián– dote por su Espíritu. Cristo, el hombre nuevo "En realidad. el mi s terio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado. Porque Adün. el primer hombre, era figura del que había d~ venir. es decir, Cristo nuestro Señor. Cristo, el nuevo Adün, en la misma revelación del misterio del Padre y de su anrn1, manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la sublimidad de su vocacicín. Nada extraño. pues, que todas las verdades h ~1sta aquí expuestas encuentren e n Cristo su fuente v su corona. El que es 1111c-1p,<:'11 el<:' Dios invisible (CI l. 1 S) e~ también el hombre per– fecto, que ha devuelto a la descendencia de Ad..ín la semejanza divina. dc– fo1 mada por el primer pecado. En él. la naturaleza humana asumida, no ab– sorbida, ha sido elevada también en nosotros a dignidad sin igual. El Hijo de Dios con su encarnaci()n se ha unido én cierto modo con todo hombre. Trabajtí con manos de hombre. pensó con int~ligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amo con corazcín de lwn1hrL' . N ;1cidl1 de la Virgen María, se hizo verdaderamente uno de los nue'>trn'.,, '>L'mejanL: en todo ~1 nos – otros, excepto en l'I pecado . Cordero inocente, con la entre2,a libérrima de .-.,u san'.2,re no-; rnercci6 l;i , ida. En El Dios nos reconcilió c;nsigo y con no-;otros 'y no-. lihcrcí de la esclavitud del diablo y del pecado, por lo que cualquiera de nosotro~: puclk decir con el Ap6sttJI: El ! lij o de Dios 111(' cu11,i !I .,e c11/n .~,; o si 111is1110 J)()r 1;1í (Gl 2.20). Padeciendo por nosotros. nos dio ejérnplo p,1r;1 '-égu1r '>LIS p;1so'> y, adem .. ís. abri1í él G1mino, con cuyo seguimiento 1.i , ida ~ ia muerte :,l' san – tifican y adquieren nue\'O séntido. El hombre cristiano. conformado con l:t imagen del H ijo, ltlle éS él pri– mogénito entré muchos hermanos. reci he las JJri1111cu1s ele/ l:s¡,írit 11 ( Rm 8,2 ·{ ), las cuales le capacitan para cumplir la ley nuc\·a lkl "1rnor. Por medio de este Espíritu, que es JJrc11clo rle lo herencia ( Ef 1. 1-l ). se rcstaur;,1 intern :1- mente todo el hombre. hasta que lkguc lo rede11ci,i11 cid c11er¡)() (Rm 8,21 ). Si el Espírit11 ele Ac¡11el c¡ue res11citcí cJ /es11s de e11lre los lll/1<:'rtos lwhita c-11 i·osotros. d c¡11e res11cit1i u Cristo /eszis el<' entre lo., 11111er/us clarcí la111hú;11 1·ida a 1·11estros cuerpos 111ortc:/es J)()r 1·irt11cl de su Es¡JÍntu cJlll' iwhita en 1·osotros (Rm 8, 11 ). Urge al cristiano la necesidad y el dcher de luchar. con muchas tribulaciones. contra el demonio. e inclw,o padLccr la muerte. Pero asociado al misterio pascual. configurado con la muérte de Cristo. llcgar;í L·o– rrohorado por la espcranz<1 a ia 1Tsu1-reL·cion . 93

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