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- Todos somos I glesia » yor bien que la Iglesia proporciona a los hombres1> (Sobre el mznzs– terio pastoral de los Obispos, núm. 38). En cada diócesis la autoridad suprema es el Obispo. La potestad de régimen que poseen es propia, ordinaria e inmediata dentro de la diócesis, aunque el ejercicio último es regulado por la autoridad suprema. En la potestad de enseiiar, cada Obispo individualmente no es infalible, pero se les debe sumisión: ((E/ que a vosotros oye, a Mí me oye » (Le 10,16). Sin embargo, todos los Ohispos con el Papa, aun estando dispersos por el mundo, si convienen en una misma sen– tencia o parecer, ,<como maestros auténticos que exponen como de– finitiva una doctrina en cosas de fe y costumbres, en ese caso anun– cian infeliblemente la doctrina de Cristo» (Sobre la Iglesia , núm. 25). Y referente a la potestad de santificar, el Obispo tiene la ple– nitud del sacramento del Orden. La celebración eucarística es diri– gida por el Obispo , por sí o por otros sacerdotes. El Obispo reg~la la administrnción del Bautismo, es el ministro ordinario de la Con– firmación, de las Ordenes sagradas; moderador de la disciplina pe– riitencial. Y dehe velar por la salvación de sus diocesanos . 77

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