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por parte de las verdades reveladas. Esas verdades que Dios nos co– munica podemos aceptarlas como aceptamos las enseñanzas de un profesor. Si se trata de verdades misteriosas que no comprendemos, no obsta para que las aceptemos fiárdonos de la sabiduría y vera– cidad de quien nos · las comunica. Yo no comprendo el misterio de la Trinidad, de la Eucaristía, y tantos otros. Pero los acepto y los creo, fiándome de Dios, que ccno:.:e perfectamente esos misterios y que no tiene ningún inte– rés e;.1 engañarme. CO'NVENIENCIA Y NECESIDAD DE LA REVELACION Pero la Revelación no sólo es posible, sino que también es con– veniente y en cierto sentido necesaria. Mediante la Revelación Dios puede manifestarnos atributos su– yos que de otra manera nunca conoceríamos. Sobre todo, puede de– cirnos cuánto nos ama, y movernos así a corresponder a su amor. El hombre se siente así más dignificado: se ve más importante al reconocerse como hijo de Dios. Además, el campo de sus cono– cimientos se amplía al revelarle Dios verdades y atributos que ni siquiera podía sospechar. Y es nuevo motivo de certeza al compro– bar que Dios confirma verdades que ya él había descubierto por la sola razón natural. Por otra parte, la historia de las religiones nos demuestra que sin la Revelación el hombre más fácilmente cae en errores absur– dos y termina por practicar una religión no agradable a Dios: reli– giones contradictorias, antinaturales, con sacrificios humanos y otras mil aberraciones. La Revelación garantiza la más estricta fi– delidad a la misma le·y natural y nos preserva de todos esos errores en que cayeron quienes no recibieron la Revelación de Dios. El Concilio Vaticano II, repitiendo lo que ya dijo el Vaticano I, enseña que (( hay que atribuir a la revelación el que todo lo divino que por su naturaleza no sea incomprensible por la razón humana, lo puedan conocer todos fácilmente, con certeza y sin error algu– no, incluso en la condición presente del género humano» (Sohre la divina Revelación, núm. 6). LECTURA : Manifertaciún de Dios a Moi~és «Subió l\1oisés, y Yavé lo lbmó desde lo ~!to e.le la montaña, diciendo . Habla así a la casa de Jacob, di esto a los hijos de Israel: Vosotros habéis visto lo que yo he hecho a Egipto y cómo os he llevado sobre alas de águila y os he traído a mí. Ahora, si oís mi voz y guardáis mi ~lianza, vosotros 42
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