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gevidad que hoy proporciona la biología no puede satisfacer ese de– seo del más allá que surge ineluctablemente del corazón humano " (Sobre la Iglesia en el mundo actual, núm. 18). El hombre, por la razón natural, sabe que tiene un alma inmor– tal. Pero el mismo Dios ha manifestado que nos tiene· preparada una vida eterna donde el hombre puede ser feliz viviencio la misma vi da de Dios. Es un misterio de bondad por pé!rte del Creador, que quie– re elevarnos a la categoría de hijos, partícipes de la herencia del Padre. Resume el mismo Concilio esta doctrina: cd\11 ientras toda ima ginación fracasa ante la muerte, la Iglesia, aleccionada por la revela– ción divina, '1firma que el hombre ha sido cr .:ado por Dios para un destino feliz situado más allá de las fronteras de la miseria terres– tre. La fe cristiana enseña que la muerte corporal. que entró en 1a historia a consecuencia del pecado, será vencida cuando el Omnipo– tente y misericordioso Salvador restituya al hombre en el estado de salvación perdida por el pecado. Dios ha llamado y llama al hom– bre a adherirse a El con la total plenitud de su ser en la perpetua comunión de la incorruptible vida divina ,, (Sobr e! !u Iglesia en el mundo actual, núm. 18). LECTURA: Confianza en la Providencia « Y se dirigió a sus discípulos así: Por eso os di go: No os apuréis por la vida, pensando qué comeréis, ni por el cuerpo, pensando con qué os vesti– réis. Porque la vida vale más que el alimento, y el cuerpo más qu e. el vestido. Observad los cuervos: no siembran ni siegan, ni tienen despensa ·1 i granero: sin embargo, Dios los sustent:1.. ¡ Cuánto más valéis vosotros que l ·.)S pájaros! ¿ Y quién de vosotros con afa.1arse consigue prolongar un momento más ~u vida? Pues si ni siquiera podéis lo mínimo, ¿a qué preocuparos de lo demás? Observad cómo crecen los lirios; no trabajan ni hilan; y os di go que ni Sa– lomón con toda su pomoa se vistió como uno de ellos. Y si Dios de tal mo::Io viste las hierbas, que hoy están en el camno y m:1.ñana se echan al horno, ¿cuánto más a vosotros, hombres de poca fe? Tampoc0 estéis siempre pen– dientes de qué comeréis o qué beberéis, ni viváis en perpetua angustia. Las gentes del mundo son las que viven preocupadas oor estas cosas; en cuanto a vosotros, ya sabe vuestro Padre que tenéis necesidad de ell::1s. Por lo tanto, buscad el reino de Dios ·y estas cosas se os darán como gra tificación. No temáis, pequeño rebaño mío, porque ha parecido bien a vuestro Padre daros el reino. Vended vuestros bienes y dad limosna; haceos bolsas que no se de– terioren, Lesoros que no se agoten en el cielo, donde no 11e~a el ladrón ni la polilla hace estragos. Porque donde esté vuestro tesoro. al1í estará también vuestro corazón n (Le 12,22-34). 34

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