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«Si Dios alimenta a las aves, cuánto más a vosotros que sois sus hijns». La muerte es un enigma en la vida humana. Y el temor que nos embarga es a una desaparición perpetua. El Concilio Vaticano II enseña: « El hom0re iuzga con instinto certero cuando se resiste a aceptar la perspectiva de la ruina total y el adiós definitivo. La semilla de eternidad que en sí lleva, por ser irreductible a la sola materia, se levanta contra la muerte. To– dos los esfuerzos de la técnica moderna, por muy útiles que sean, no pueden calmar esta ansiedad del hombre: la prórroga de la Ion- 33

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