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Siendo la creación un acto de amor y de liheralidad, al cual Dios no está de ningún modo obligado, la conservación (creación conti– ~mada) será un acto de amor continuo. Dicho con otras palabras, !)ios nos está amando, queriendo, puesto que seguimos existiendo. :Juego a Dios no le somos indiferentes. El no se ha despreocupado el.e nosotros después de traernos a la existencia? sino que nos conoce a cada uno en nuestra individualidad, y sobre todo nos ama con un amor personal. Esto nos debe hacer pensar. No se trata simplemente de agra– decer un bien recibido, como dijimos en la iección anterior, sino de corresponder a un amor, a una amistad de la que no podemos dudar, como lo atestigua el hecho de nuestra subsistencia. SENTIDO DE LA DIVINA PROVIDENCIA Pero Dios no sólo nos mantiene en la existencia, smo que ade– más ordena todas las cosas para nuestro bien. _ El catecismo define la divina Providencia como «el cuidado amo– roso con que Dios conserva y gobierna las cosas y espedalmente a los hombres». · La Providencia exige del hombre una gran confianza. Dios vela sobre nosotros y busca nuestro bien, pero los planes de Dios no coin– ciden siempre con nuestros deseos: «Porque no son mis pensamien– tos vuestros pensamientos, ni mis caminos son vuestros caminos, dice Yavé. Cuanto son los cielos más altos que la tierra, tanto están mis caminos por encima de los vuestros, y por encima de los vues– tros, mis pensamientosn (Is 55,8-9). Dios no se ha comprometido a hacernos felices en este mundo, y busca sobre todo nuestra felicidad eterna. Ni lo que nosotros juz– gamos a veces como un mal, lo es de verdad. Hay personas que cuando todo les sale bien, alaban a Dios y creen firmemente en la divina Providencia, mientras aue al me– nor revés o contrariedad ya piensan que Dios les ha olvidado. Tan– to los males como los bienes de la tierra son instrumentos de los que nuede servirse Dios en orden a beneficiarnos. La exclamación de Job demuestra una gran fe en el Señor: « i Dios me lo dio, Dios me lo quitó. Sea bendito el nombre de Dios! n (Job 1,21): EL HOMBRE TIENE UN DESTINO ETERNO Por consiguiente, el dolor, la enfermedad y la muerte tienen cabida en los planes providenciales de Dios y pueden contribuir a nuestra felicidad. 32

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