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la gracia de Dios que previene y ayuda y los .auxilios internos del Espíritu Santo, el cual mueve el corazón y lo convierte a Dios,~ (Sobre la_ divina Revelación, n." 5). PROCESO RACIONAL DE LA FE CATOLICA Si es cierto que la fe viene de Dios, no e<:i menos cierto que nos– otros, al aceptar la fe, hemos de proceder razonablemente, como lo exige la naturaleza del hombre. Dios ha manifestado al hombre la religión verdadera. Esto es lo que se llama Revelación. Y la Fe es el acto por el que el hombre acepta la Revelación, la religión verdadera. La Fe presupone la e~is– tenria de la Revelación. Para que el hombre admita lo que Dios le dice, tiene que saber antes que es Dios verdaderamente quien le hahla . Yo estoy solo en casa y llega un desconocido que me dice: «De parte de tu padre que me des cien pesetas. " No seré.Í pruden– te darle sin más el dinero, porque puede ser un timador. Debo averiguar primero si ese individuo viene de parte de mi padre o no. La Trinidad, la Eucaristía, la Inmaculada Concepción, son ver– dades que creemos, pero sería absurdo creerlas si Dios no las hu– biese revelado. Por eso la Fe es razonable si nos consta que son ver– dades reveladas, si tenemos razones paré!. afirmar que Dios las ha comunicado a los hombres. Estas razones no demuestran el miste– rio de la Trinidad o el de la Eucaristía, sino solamente que Dios los ha revelado a los hombres. Esto es lo que constituye el proceso racional de la fe: que po– demos demostrar racionalmente que todo lo que creemos, lo ha revelado Dios, y no es_ invención humana. PRUEBAS DE LA EXISTENCIA DE LA REVELACION ¿ Cómo demostramos que realmente Dios ha hablado y no he– mos sufrido los hombres un engaño? 16 Hoy es jueves y tenemos la tarde libre. Pero llega un com·pañe– ro y nos dice: «El Director ha ordenado que vengamos esta tarde al Colegio para realizar unos ejercicius.11 Y nos muestra la orden escrita, con el sello y la firma del Director. No nos cabe duda algu– na de que el Director. ha dado esa orden. Si faltase el sello y 1a firma, podíamos pensar que se trataba de una broma. De modo semejante nosotros podemos saber que Dios ha habla-