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Los mártires se cuenta,n por miles; son los -más célebres: Santa Inés, San Pancracio, San Sebastián, ¿ San Lorenzo? Diocleciano vivió lo su,.ficiente para ver el fracaso de su obra. LAS CATACUMBAS Son cementerios subterráneos cristianos. Aunque también hay ca-tacumbas en otras ciu,dades, las de R·oma son las más conocic.las por su extensión e importa.ncia; comprenden una se– rie de galerías, a veces superpuestas en diferentes planos, con una exten– sión total que oscii!,a entre los 100 y 150 kilómetros; en ellas recibie- . ron sepultura medio n1illón -de cristianos. Estas ga-ler.ías subterráneas nos ofrecen ahora los ej,emplares más antig·uos ·del arte cristiano. No es -cierto 1 que la Iglesia tuviera las catacu·mbas como lugar de refugio durante las persecuciones; si acaso, lo haría algún cristiano par– ticul,ar -momentán,eamente para evitar ,la captura. No consta tampoco con certeza que en ellas se celebrn:-a la misa en los primeros siglos, pues no reunían condiciones. Con las invasiones de los bárbaros de los siglos IV al VII, las cata– cumbas pierden importancia, pue~ sus reliquias son llevadas a la ciudad. 'En el siglo XIX S•e comienza la exploración, segú,n métodos científicos, ·de estos •cementerios cristianos sobre los que se han tejido tantas le– yen-das. LOS MARTIRES ESPAÑOLES España, una -de las Provincias más importantes del antiguo I·mperio Romano, ,dio Emperadores a ,Roma y m:ártires a C·risto; en la misma Roma es martirizado San Lo,renzo. Ya durante la persecución -de Decio corre la sangre cristiana en Es– paña. San Fructuoso, O·bispo de Tarragona, -es el mártir español más ilus– tre de la p ersecución de Valeriano. Pero •Diocleciano es -con muc,ho quien derrama más sangre cristiana ·en ,España. ·Se abre esta última per-secución con el martirio de! 1 cen– turión Marcelo y de los soldados Em-eterio y Celedonio. Vienen después Vicente, Leocadia, Eu.Ialia, Justo y Pastor, los •Mártires de Zaragoza. Casi todos encuentran eco en los versos inmortales del gran poeta Prudencia. FIN DE LAS PERSECUCIONES: EDICTO DE MILAN (313) Dios, que -dirige provid~n-cialmente los destinos del mundo, quiso que fuera . precisamentP- Galerio, el implacable instigador de Dioc1eciano, quien pusiera fin a la persecución. Viendo Galerio que era inútil seguir derramando sangre inocente de cristianos, promulga poco antes de mo– rir un decreto en el que; un tanto despechado, concede libertad religiosa a los cristianos. 38

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