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26 MARTIRIO DE SAN PEDRO La corta y fúnebre procesión desfiló por una de las p11ertas de la ciudad al campo cubierto d e brillante verde. Al detenerse y dividirse en dos partes en una bifurcación del camino, P,edro vio que Pablo venía detrás de él. Los ojos,. en calma, de los dos hermanos e11 ·cristo, se encontraron por un mo– mento rebosantes de amor y comprensión. Y con esto, se separaron. Pablo fue llevado a una cisterna fuera de la muralla y decapitado con una espada en su calidad de ciudadano romano. Pedro fue arrastrado, su cruz ante él, a un lugar en o cerca de la colina Vaticana. Allí fue clava-do en la cruz, que fue entonces levantada en la cima de la colina. La tradición insiste eri que fue crucificado, por su propio ruego, boca abajo, por ser indigno de morir como Cristo murió. En cualquier caso su agonía fue tremenda y larga. Cuando el dolor le torturaba y la sed le secaba la garganta, sus ojos, inyectados en sangre, vieron otra colina y otra cruz, y a sus labios acudieron palabras que no eran suyas: «Padre, perdónalos por– que no saben lo que hacen.» El dolor degeneró en entumecimiento, y el entu– mecimiento en una alegria que era también -el resplandor de la cara de Jesús. (W. T. Walsh, .San Pedro el Apóstol)

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