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te, S. Pedro le dice: «•no tengo dinero; pero quiero darte 1~ que tengo; en nombre de Jesús comienza a caminar». Apenas oídas estas palabras, el tullido se pone en pie de un salto y entra con los ,Apóstoles en el templo; estaba milagrosa·mente curado. El pueblo se conmueve ante la noticia de la curación milagrosa, y S. Pedr,o aprovecha j1a ocasión para predicar en el pórtico .del templo. Como siempre centra el tema de su ,discurso sobre Jesucristo; advie·rte a sus oyentes que han curado al tullido en nombre de Jesús, a quien crucificaron los judíos y a quien Dios resucitó; termina el Apóstol in– vitando a su au-ditorio al arrepentimiento de sus pecados. De nuevo acom– paña el éxito a la predicación de S. Pedro; se convierten u,nas cinco mil personas. Intervien•en las autoridades ju·días prohibie.ndo a los Apóstoles que hablen de la muerte y resurrección de Jesús; pero los h,eraldos de.I Evan– g.elio contestan intrépidamente que es voluntad ,de Dios el que lo hagan y que prefi,eren obedecer a Dios antes que a '1os hombres. Los mila 1 gros se multiplicaban al paso de p·edro hasta tal punto que los enfermos buscaban siquiera el contacto con su sombra bienhechora. PROGRESOS DE LA IGLESIA EN JERUSALEN Ya hemos visto, en el número anterior, cómo la predicación ·de S. Pe– dro, el día de Penteco.sté?, supuso un notab'!,.e incremento de fieles para la Iglesia naciente ; no todos ·se integraron en la comunidad ,de J.erusalén, pues muchos eran fórasteros y só1o de paso se encontraban en la ciudad. Otra conversión en masa tiene lugar cuando el mismo Pedro habla en el pórtico del teµipl o después de la curación del tullido que pedía limosna. E~ poder taumatúrgico de los Apóstoles y su fe.rvor religioso hacían casi irresistibl,e la fuerza persuasiva de su palabra entre los hombres de buena voluntad. Y, como cada nuevo ·cristiano era un apóstol, las conversiones se hacían tan numerosas que las autoridades religiosas de Israel ter rninan por alar-marse seriamente. S. Lucas refl,eja perfectamente este movimiento ,de conversiones en las siguientes palabras: «el mensaje de Dios fructificaba, aumentando considerablemente el núm.ero ·de 1,os fieles en J erusa:lé,n; entre Ios ·c~n– vertidos se hallaban muchos sacerdotes» (Hech 6, 7) . . VIDA RELIG.IOSA DE LOS PRIMEROS CRISTIANOS -Después de la Ascensión •del Señor, los Apóstoles y la Santísima Vir– gen -núcleo central de Ia primitiva comunidad cristiana- pe1rnanecen en Jerusalén en espera •del Espíritu Santo, ·que Jesús les había prometido. S. Lu·cas -historiador de -los primeros días de la Iglesia-, nos i,n,dica. en líneas generales, la forma en que vivían aquellos primeros cristianos. Nos dice el autor de Los Hechos que frecuentaban el templo a ;las horas de la oración y continuaban observan·do la ley judía. Celebraban tam- 13
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