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que ha pasado a la Historia de la Ig!esia como «Cautividad .º Destierro de Aviñón ». EL CISMA DE OCCIDENTE (1378-1417) Todos los Papas ,de Aviñón fueron franceses, y el elemento francés constituía mayoría también en el Colegio Cardenalicio. Estos Cardena– les llevaron muy a mal el traslado de la Corte Pontificia a Roma, y, aún en la Ciudad Eterna, continuaban soñando con la vuelta a su patria. Es evidente que el recuerdo .de Aviñón pesó mucho cuando en Roma se en– contraron con la intransigencia de Urbano VI; no se detuvieron ni ante el cisma con tal d.e volver a su añorada tierra francesa. El Cisma de Occidente se abre con la elección de Clemente VII fren– te a Urbano VI en 1378. La Cristiandad, sin saber cuál era el verdadero Papa, ·se divide en dos Obediencias ; esta situación anormal no acabará hasta el Concilio de Constanza. URBANO VI (1378-1389) Bl primer Conclave tenido en Roma después de la vuelta de Aviñón, se celebró bajo la presión d,el pueblo de Roma que exigía un Papa ita– liano. De este Conclave salió elegido el arzobispo de Bari que se lla- mará Urbano VI. El nuevo Papa se muestra intransigente, y, a veces, hasta exc.esiva- mente duro con los mismos Cardenales. U·n tanto exasperados por el proceder del Pontífice, la mayor parte de los Cardenales se retiran a la pe•queña ciudad de Fondi, y allí, al amparo de la Reína Juana de Ná– poles, declaran inválida la elección de Urbano por falta de libertad; en su lugar, anur1cian al mundo cristiano la elección del Cardenal Ro– berto de Ginebra, con el nombre de Clemente VII. Permanecen fieles a Urbano: Italia, Inglaterra, etc. CLEMENTE VII (1378-1394) El elegido pertenecía, naturalm-ente, al partido francés; fija luego su residencia en Aviñón y comienza SLl campaña para ganarse el favor • de los Pr.incip•es que decidían la actitud de sus pueblos. Clemente cuen- ta con la Obediencia de Francia, Escocia, Castilla y Aragón. La política juega un papel decisivo en la actitud de los Príncipes al pronunciar- se por uno u otro Papa. CONCILIO DE PISA {1409) El Cisma crea una gran confusión en la Iglesia; no sólo las Na– ciones se habían pronunciado por boca de sus Príncipes en favor de uno u otro d,e los dos Papas; la división afectaba a veces a las diócesis y aún a las parroquias.