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LOS INDIOS GUARAUNOS Y SU CANCIONERO 65 Sale entonces de su escondite una de las mujeres pintadas (no la matriarca), y, sin levantar los ojos del suelo, se planta enfrente del teurgo, del lado de acá de los jatabu, los cuales quedan entre el uno y la otra. Detrás del güisiratu están, formando semicírculo, los doce hombres pintados. Apenas empiezan a sonar los botutos, el semicírculo de hom– bres, cogidos, como atrás se dijo, por sobre los hombros, comienza una especie de paso ligero o trotillo, mientras, a contratiempo con el golpe de los pies, prorrumpen en una especie de ladridos seme– jantes a los de los perros. Ahora bien. Tan pronto inician los indios el movimiento ligero y los ladridos, la india, que hasta ese momento ha permanecido in– móvil como una esfinge, los ojos clavados en los jatabu, las manos por delante, juntas e inclinadas hacia el suelo, empieza a dar saltos para la izquierda, la derecha y el medio, sin apartarse nunca del lu-– gar que ocupa; mientras por el otro lado del jatabu el güisiratu, con el güenepe enrollado a la cintura, salta como un danzante, mane– jando con primor y garbo la maraca. El corro de hombres aulladores y trotadores no miran más que al suelo, cual si fueran buscando alguna cosa perdida. La india tampoco mira a nadie. Al terminar la danza se detienen todos al mismo tiempo, y el corro de hombres vuelve a prorrumpir en el mismo grito estentó– reo: ¡ Eee, yun, yéec 1 Se retira la mujer y viene otra india. Después de ésta, otra, y otra, y otra, hasta completar el número de las seis que se han pin– tado, con cada una de las cuales se repite la danza con todos los pormenores de la primera vez, ya descritos. Después de esto el piache se quita la banda de cascabeles y el collar o yugo típico de madera, que se van poniendo sucesivamen– te todos los indios pintados, repitiéndose la danza con cada uno de ellos, con la única diferencia de que baila una sola india con cada hombre, mientras que con el piache-jefe bailaron todas. Después que se han sucedido en el baile todos los indios pinta– dos, aparece la matriarca o reina de la ranchería, esposa del pia– che-jefe. Se le acomodan todos los objetos y adornos que usó el güisiratu, incluso el sombrero y el bastón 4, pero no la maraca; y, sin dejar por eso el puesto que corresponde a las mujeres, conforme a la des– cripción arriba hecha, van pasando uno a uno todos los indios, 4 Vemos en esta costumbre una reminiscencia del matriarcado, una de las formas de gobierno de los primitivos guaraúnos.

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