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LOS INDIOS GUARAUNOS Y SU CANCIONERO 63 En esta forma da el güisiratu, en silencio y sin desviar los ojos del objeto envuelto en el pañizuelo blanco, treinta y seis pasos, en vueltas que tiene que dar. Ahora entregan al teúrgo o güisiratu la mari-mataro (maraca so– lemne), adornada con las plumas más vistosas de la ornitología americana. El güisiratu vuelve a clavar la vista en el envoltorio sagrado; y, cogiendo la maraca, la hace sonar fuertemente, describiendo al ma– nejarla un círculo vivo de izquierda a derecha. Sigue luego repitiendo los pasos como la primera vez, conforme se ha descrito, y a cada paso hace sonar la maraca. El sonido que produce la maraca es seco y rodante, y en aque– llas circunstancias impresiona. Este paso de la danza sacerdotal guaraúna evoca las ceremonias de la incensación solemne del altar en el culto católico. Aquí salen los doce hombres pintados, cogidos unos a otros por encima de los hombros. Forman semicírculo y empiezan a correr alrededor del teurgo, emitiendo una especie de ladridos. El güisiratu también salta para un lado y para otro, manejando la maraca con gracia y maestría. Mientras duran estas ceremonias, los botutos no cesan de sonar con el mismo son de antes, pero se nota que los botuteros están enardecidos y le arrancan al instrumento un semitono más alto. Véase: NÚMERO 4 J ¡J J lffey r 11 Al terminar, todos prorrumpen en un estentóreo: ¡Eeee, yun, yéeee! Después de las escenas descritas recogen el envoltorio sagrado y lo vuelven a llevar, junto con la maraca solemne, al santuario, en medio del sonido persistente de los botutos. Y mientras llevan estos objetos, el güisiratu se coloca al pecho, por debajo del cuello, un collar típico, consistente en una chapa se– micircular, a manera de yugo, hecho de madera, e0q varios graba– dos a hierro candente. Se enrolla luego a }a cintura un güenepe o

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