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60 P. BASILIO M.. DE BARRAL El persona¡e que denominábamos arriba següei-arotu o perti– guero, tiene en sus manos una pértiga, como de metro y medio de larga, en cuya extremidad superior hay enrollado un sartal de sona– jas, hechas de semillas de retama, que los guaraúnos denominan següei, término importado del caribe. Estas sonajas, al ser sacudi– da la pértiga y chocar unas con otras, producen el peculiar ruido de diminutas castañuelas. Los batutas no son otra cosa que el esemoi, instrumento de que hicimos mención al describir nuestra marcha al moricha! de Jua– neida, a saber: un tallo de yagrumo como de tres centímetros de diámetro por cuarenta de largo, enchufado en la mitad de una ta– para seca, que ha sido cortada transversalmente. La extremidad ancha de la tapara se agranda más, añadiéndole tiras de cera negra, que se procura modelar con las manos hasta imprimirle la forma de pabellón de cornetín o algo similar. En la extremidad superior del tallo de yagrumo se le introduce, como lengüeta, una cañita de carrizo, de bambú o de otra gra– mínea. Para estas fiestas suelen adornarlos de distintas formas, bien sea con plumas de vistosos colores, con sartales de flores o semillas de colorines, o bien con mechoncitos de blanco algodón, ensartados en largas venas de la penca de temiche, clavadas en la cera que forma el pabellón del instrumento. Estos botutos son considerados como instrumentos sagrados. Los hacen nuevos para cada fiesta, que es una vez por año, y al ter– minar las escenas en que debe intervenir, los destruyen, habiendo estado sonando un buen rato antes de ser inutilizados. Y entonces dicen los indios: Esenwi onayája, guabayajá-me, el botuto está plañendo porque se muere. Todos los actos que tienen relación directa con el santuario los realizan siempre al son de esemoi o botuto, como diremos luego. Para pintarse los bailadores utilizan un rodete cilíndrico de ma– dera fofa, en el cual han entallado a navaja ciertas figuras geomé– tricas en todo su contorno. Este rodete, teñido con el tinte de que atrás hicimos mención, lo pasan rodando por el tórax, trazando dos arcos que, partiendo del omoplato y aproximándose a la espina dorsal, sin alcanzarla, vienen a morir, formando casi un semicírculo perfecto, encima de las caderas. Después repiten la misma operación por delante. Y luego unen esos arcos por medio de cenefas horizontales en la parte superior del pecho y la espalda, y, por otra, a todo el rededor de la cintura.

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