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CAPÍTULO III LA DANZA DEL JATABU Con toda propiedad podemos denominar ésta la danza misterio– sa de los guaraos, y es sin discusión su baile sagrado por anto– nomasia. El arcano y ocultismo, en su sentido de misterio, constituyen su motivo emocional y forman el abultado relieve de su carácter teúr– gico inconfundible e indiscutible; carácter que trasuda en cada pormenor de su desarrollo y es el inspirador de su liturgia espec– tacular y emocionante. Misterio y teurgia palpitan en el conjunto y en los pormenores de este baile originalísimo, que los indios desarrollan en una at– mósfera de expectación, de reverencia supersticiosa, de emoción, mezcla de pavor y de ansiedad, ante lo desconocido, oculto y, por otra parte, presente, que contagia al que tiene la fortuna de pre– senciarlo. El silencio impresionante; el entredicho a niños y mujeres; el local reservado en que se desarrolla, de antemano dispuesto para evitar la indiscreción de miradas de quienes tienen prohibición de presenciarlo bajo pena de muerte; la traída de los objetos sagrados de la casa del Jebu o santuario; el manejo de la mari-mataro o ma– raca solemne del güisiratu o pontífice étnico; la intervención rele– vante de éste como protagonista o actor esencial de la danza, alre– dedor del cual giran los restantes personajes, forman las líneas fundamentales de esta danza teúrgica, cuyo análisis y descripción me propongo hacer, ocupándome en primer lugar de los jatabu, el escenario, los personajes que intervienen y los instrumentos em– pleados, y luego del proceso y desarrollo conjunto de la danza.

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