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LOS INDIOS GUARAUNOS Y SU CANCIONERO 53 con Felipito, Gobernador de la zona, por el quítame allá esas pajas de que también él quería ser Gobenajoro, y dos Gobenajoro con la misma autoridad y al mismo tiempo no era posible. Y faltaba también el capitán Yaní, de Mariúsa, con su banda de nebus 6, hijos, nietos y entenados, internados -como los najaro– mos-- en los palmerales de Guapoa, quienes, por petulancia de su– perioridad teúrgica, habían desdeñado la invitación de los de Ma– careo. Para provisiones había en el puerto de la ranchería cuatro curia– ras repletas de pescado. De madrugada habían salido dos indios con tarralla, y fue tal la cantidad de guaraguaras que encontraron en unos charcos, que tuvieron que mandarles otras tres curiaras, y las cuatro se llenaron hasta las bordes. Parecía la pesca milagrosa del Evangelio. Aparte de esto, los indios advenedizos traían sus mapires bien colmados de yuruma y bojotes de larvas o gusanos de moriche. El maizal de Felipito (el Gobenajoro) estaba convidado al asado de ma– zorca tierna. Y, finalmente, en el santuario, santificándose ante Kuai-Mare y en ofrenda rescatable, reposaban de seis a ocho quinta– les de fécula yurumera, con la que se extiende el sabroso y nutriti– vo pan de palma. No existía, pues, ni remotamente, el peligro de mo– rirnos de hambre por entonces. Primera noche ele fiestas Con la ceremonia de la colocación de la harina de las ofrenctas en el naja-namu, comienzan las fiestas sagradas. A la puesta del sol cenaron los indios, y, ya oscurecido, fue el teurgo-jefe (gobernador y sacerdote) con todos los varones adultos a la casa del J ebu o santuario guarno. Está vedada la asistencia a mujeres y niños, y alcanza además este entredicho a todo aquel que no lleve en sus venas sangre gua– raúna 7 • A pesar del gran prestigio de que yo gozaba entre ellos, no me fue posible obtener dispensa de esta ley racista, por lo que hube de quedarme en las tinieblas exteriores, contentándome con oír los mis– teriosos temois o cantos del piache, y los redobles de la maraca, des– de lejos y a puertas atrancadas 8 • 6 Peones de trabajo. 7 Creen los indios que los niños y mujeres que se atreven a ver ciertos actos de estas hestas, mueren en seguida castigados por el J ebu. s Es un modo de hablar, pues bien sabemos que careciendo las viviendas guaraún2s de tab:ques, no necesitan puertas.

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