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LOS INDIOS GUARAUNOS Y SU CANCIONERO 51 vida nada menos que como postre en la mesa; y, con respecto a mi gusto particular, la prefiero a la torta de maíz o al casabe. Lo que sucede en desprestigio del pan de yuruma es que el des– aseo de las indias que la trabajan, la falta de limpieza de los envases en que la cocinan, la sirven o la conservan, nos la hacen repulsiva. Pero de suyo es un pan tan digno como el que más de ser explota.do y servido en las mesas de la gente civilizada. Me sirvieron la merienda, consistente en una bola de jomo o ma– zamorra de fécula de palma ---que cocinaron para mí con vino de moriche en vez de agua---, una torta de yuruma y un puñado de gu– sanos de moriche asados. El jomo estaba sabroso, pero se me pegaban los dedos y no me sabía arreglar para meterlo en la boca, porque todo se me deshila– chaba, y las fibras elásticas se me pegaban a las barbas. La yuruma, riquísima. Los gusanos asados me causaban repugnancia al principio; pero, por no parecer menos que los indios, haciendo un pequeño esfuerzo, me los pude llevar a la boca y no los encontré malos. Unicamente me repugnaban por lo excesivamente dulces. Terminado lo que hubimos de merendar, se levantó el campamen– to y regresamos a la ranchería en el mismo orden en que habíamos ido, trayendo cinco hombres, en cinco grandes mapires, la harina que tenían almacenada en el morichal, y que iba a ser ofrendada al Jebu en las fiestas que comenzarían al día siguiente. Entre ladridos de perros, gritería de los niños y de la gente ma– yor, llamándose unos a otros para que no quedasen perdidos en la selva, y el desabrido y agrio chillido del esemoi o pito del Gobena– joro, llegamos todos en paz y gracia a la ranchería, cuando el sol había ocultado ya los últimos resplandores de su crepúsculo. Las vísperas Los dos días que preceden a las fiestas son de actividad febril preparando lo necesario para las mismas. Se limpia y compone la plazoleta o jojo-noko. Se despeja y asea el sendero que comunica el jojo-noko con el santuario étnico. Se reciben y atienden las comisio– nes de indios que afluyen de las rancherías amigas, a las que siem– pre se invita. Se almacenan provisiones de boca para la concurrencia, y se les depara cobijo, levantando las chozas precisas para que los forasteros puedan colgar sus chinchorros bajo techo y pasar cómo– damente los días que duren las fiestas. Se previenen los instrumentos y demás objetos requeridos por el ritual festivo, a saber: la maraca solemne del teurgo-jefe. llamada

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