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LOS INDIOS GUARAUNOS Y SU CANCIONERO 47 tros, sin otro percance que el de haberme hundido por dos veces en el cieno hasta la rabadilla. -¿No te decía yo que vinieras descalzo? -me dice el Gobe– najoro. --Sí, pero a mí me estaba haciendo falta un medio baño, y éstos me han venido de perlas. ¡ Viva Makeri ! Por fin llegamos. El jefe mandóme sentar a la sombra de un árbol, sobre el tron– co de una palmera, y él se puso a mi lado. Le ofrecí un cigarro y nos pusimos a conversar en diálogo bilin– güe, hablando indistintamente en guarno y en cristiano, como ellos dicen refiriéndose a nuestra lengua. El suelo estaba cubierto de gigantescos troncos de palma, tum– bados los días precedentes para extraerles la fécula o harina. En tres lugares diferentes, como en los tres vértices de un trián– gulo, tenían de antemano preparados tres grandes coladores o tami– ces, de los que los criollos del Delta llaman guapas y, en su lengua, los guaraúnos denominan biji, repletos del tuétano de la palma des– menuzado. Y, sin pérdida de tiempo, tres indias se arrojaron con ardor sobre ellos, cada una sobre el suyo, y comenzaron la faena del namokitane, propia de las mujeres, consistente en estrujar y revolver con agua aquella masa para que se le vaya desprendiendo el almidón, que chorrea sobre una canoa, acomodada como envase debajo del colador. Mientras estas tres mujeres están pegadas a sus guapas, desollán– dose las manos de tanto restregar el bagazo, otras varias, con sus uju-muta (especie de cuévanos), acarrean el tuétano de la palma, que tres indios, con sus najuru (azaditas de madera), estaban des- menuzando en distintos lugares del morichal. · Los niños se entretenían saltando sobre los montones cónicos y grises del bagazo que iban arrojando las namoyantes (restregado– ras) después de haberles diluido el almidón; otras veces haciendo collares de flores, que colocaban en el cuello de los perros, o bien pescando guabinas y buscos en los charcales. Cuando unas mujeres se cansaban de restregar, venían otras a sustituirlas, y las anteriores namoyantes acarreaban. Por distintos puntos del morichal, varios indios se dedicaban a tumbar las palmeras y a extraerles y desmenuzarles el tuétano, fun– ción que designan con el término borokitane. -Espera, Padre -me dice el Gobenajoro-; voy a traerte una totuma de nobojo (vino de moriche).

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