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CAPÍTULO JI PRELIMINARES DE LAS FIESTAS En busca de la yuruma Por ser la ofrenda de la yuruma el acto central del culto en estas festividades, quedaría en el aire esta primera parte si pasásemos de largo, sin detenernos a decir alguna cosa sobre ella. Mas a fin de evitar el inconveniente de la aridez didáctica, pre– fiero transcribir el extracto de las descripciones que hice en 1941, con motivo de mi estancia en el moricha} de Juaneida con la tribu guaraúna de Vuelta Larga (Macareo). En estas narraciones fidelísimas, casi fotográficas, de un modo más ameno podrá el lector formarse una idea exacta de lo que más le interese saber sobre estos asuntos. Tenía Felipito, gobernador indígena de las tribus del Macareo, un hijo mayor, llamado Basilio, el cual, desde que supo que yo era su tocayo, no pudo ya separarse de mi lado. «Ya desde ahora, her– mano -decía el buen indio-, no me olvidaré nunca de ti.)) Este mi tocayo fue el designado por el gobernador Felipito para acompañarme por el monte y servirme en todo. Después de haber oído la santa Misa, salimos todos para el morichal. Iba delante Basilio, con su hacha, sus perros y su machete, y a su lado su mujer, con cinco mapires de pájaros, que siempre los indios cargan consigo para donde quiera que van. Detrás de Basilio, yo, con un palo, mi cámara fotográfica y mis zapatos montañeros, con tacón y puntera de hierro. Unos pasos atrás seguían las indias, con sus batas (uru-mana) recogidas hasta las rodillas, sujetas con unas cuerdas alrededor de 5

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