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40 P. BASILIO M. DE BARRAL Es ésta la época del año más desoladora y penosa para los habi– tantes del litoral deitano, por la dificultad de poder surtirse de agua potable, siendo muchas veces preciso recurrir a la humanitaria pal– ma del temiche, puesta en aquellos parajes por la Providencia para que su semilla brinde al sediento el remedio de su necesidad. En esta época se despueblan las rancherías del litoral y se pue– blan las selvas silentes. Los indios abandonan sus casas y se internan con sus familias montaña adentro en busca de los morichales favoritos para pasar en ellos la etapa aguda del verano, y allí permanecen hasta que la plaga, que se levanta con los primeros aguaceros del invierno --prin– cipios de abril a mayo--, los obliga a salir de la montaña y regresar a sus rancherías 9 • Ahora bien, la salida de lo~ indios de los morichales coincide con la revolución de las aguas del Orinoco, y es entonces precisa– mente la época en que comienzan a sentirse las enfermedades y la mortandad de los niños, motivada por la bebida de las aguas cena– gosas del río. De ahí que la vista de las primeras aguas turbias ponga en alerta a los indios, porque son para ellos aviso de que el Gran Jebu se ha levantado de su trono y anda corriendo los caños y envenenando sus aguas. Y de ahí también el que procuren, antes de abandonar el moricha], obtener la benevolencia del Arotu (Señor), celebrando en honor del mismo las fiestas teúrgicas que venimos describiendo. A este fin tienen ya organizado en el moricha] todo lo necesario, como vamos a ver. Toda ranchería morichalera consta de tres partes: Janoko-sebe, o caserío guaraúno; jojo-noko, o plaza de baile, y Jebu a janoko, o santuario guarao (casa del Jebu). Las tres partes están trazadas con un único plan litúrgico, pola– rizadas hacia el santuario y en perspectiva para las fiestas de Yajuna. Como tipo de estas rancherías transcribiré la descripción de la que visité en febrero de 1941, en el corazón de los morichales de Guapoa, en el Macareo inferior. El Janoko-sebe o caserío guarao constaba de once ranchos o chozas, espaciadas por un claro del moricha] como de dos hectáreas de superficie, que habían abierto talando los árboles. Esas once chozas formaban una especie de pueblito, lo más rudimentario y primitivo que se pueda imaginar. 9 Es un hecho comprobado que donde crece una palma de moriche se puede encontrar agua potable; al menos, agua dulce.

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