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38 P. BASILIO M. DE BARRAL Esa época es esperada con pánico entre los indios, atribuyendo dichas enfermedades al enojo del Gran Jebu, quien se ha levantado ya de su asiento y anda recorriendo los caños y envenenando sus aguas. Y, consecuentes con su creencia, es entonces cuando celebran las fiestas propiciatorias del Naja-Namu, con el fin de aplacar el enojo del Jebu Arotu. Pero la nota más simpática y más humana de estas fiestas teúr– gicas la constituye para mí la circunstancia de que no van directa– mente dirigidas a Kuai-Mare, sino a su madre, Yajuna, a fin de que ella interceda por los indios ante su hijo. Por esta razón las denomino también fiestas de Yajuna. Estas fiestas del Naja-Namu o de Yajuna tienen el sello incon– fundible de lo sagrado. Es sagrado el aire místico que se respira en sus menores detalles y la severidad y ascetismo que informa todo su ritual. En ellas está proscrita en absoluto toda clase de bebida embriagante. Son fiestas esencialmente varoniles y serias, en que las mujeres intervienen tan sólo rarísimas veces y de manera secun– daria. Los números principales de su programa, a excepción de la danza sacerdotal o del Jatabu, tienen su realización siempre de noche, a la exclusiva luz de la luna llena, lámpara del Supremo Aro– tu. No se tolera otra luz. Aire sagrado les comunica ciertos gestos, gritos y expresiones litúrgicas, de que están salpicadas tanto las danzas como los juegos. Tales como las exclamaciones « ¡ Eee, ye, i-yé ! )) y «E, yun, yé ! )) son expresiones netamente teúrgicas, que emplean los piaches en sus ensalmes y oraciones; el grito << ¡ Ka-nobó ! )), con que saludan al Ser Supremo tan pronto como ven aparecer en el horizonte la luna llena, y también en otras partes de las danzas, como diremos al describir la del Jabi Sanuka. Teúrgico es igualmente el gesto que hacen levan– tando tres veces hacia el cielo las maraquitas al término de cada canto del Jabi Sanuka, y en otras rancherías los tres saltos perpen– diClilares que dan los danzantes, en sustitución del antedicho gesto con las maraquitas. Tanto la letra de los cánticos como la música pertenecen, indiscutiblemente, al género de los ensalmes u oraciones del piache, que llaman ellos Jebu a-rokotu, cantos de jebu. Finalmen– te, acentúa este carácter sagrado de las fiestas el silencio y la serie– dad exigidos en determinados actos. En la danza del jatabu o danza sacerdotal y en las oraciones corales este silencio es absoluto, sepulcral, exigiéndosele hasta a los niños más pequeños y aun a los mismos animales, como se verá en su lugar. Este silencio religioso fue lo que más me impresionó. Son, pues, fiestas sagradas, dedicadas al Supremo Espíritu por intermedio de su madre Yajuna.

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