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LOS INDIOS GUARAUNOS Y SU CANCIONERO 37 fuego, brillantísimos. Sus cabellos son largos, sedosos y rubios. Sus orejas, grandísimas; le cuelgan hasta abajo, una por el lado del oriente, la otra por el lado del crepúsculo. Sus orejas están horada– das y llevan multitud de zarcillos preciosos, entre ellos muchas mo– nedas de oro y de plata. Con esas orejas Kuai-Mare oye cuanto se habla en la tierra, en el cielo y debajo de las aguas. Kuai-Mare no va desnudo. Lleva una túnica amplia, que le llega hasta los pies, blanca y rozagante. que al flotar produce viento fuerte y ruido en el aire. Sus manos, blancas y largas, las lleva cubiertas con guantes blancos y finos. Sus pies, con medias igualmente finas y blancas. Y calza unos zapatos inmensos y pesadísimos, que al pisar hacen estremecer la tierra y crepitar los árboles de la selva)) 8 • Después prosiguió el piache: «Kuaimare ya guajanaka sabuka dujuya güite a dujunoko eku, a-mojo mana esekuane, a naja-muju oaya (Kuaimare se pasa el año sentado en su majestuoso trono, re– clinado contra el respaldo del mismo, las manos trabadas por detrás de la nuca). Kuaimare oriasida makaitane, naja dibuya. naja bariba– ría, naja-joyo nakaya kokotukaya (Al enojarse hay tempestad de truenos, relámpagos y rayos por todas partes). Kuai-Mare kanamai– tane, guaraotuma sanerabitu (¡Ay de los indios cuando Kuaimare se levante de su trono! ... ). Kuai-Mare kujuyaja-takore, jebu erabitu jae, guarao guababuya (Cuando Kuaimare comienza a pasear, sobre– vienen las enfermedades y los guaraos se mueren por montones).ii Recomiendo al lector que vuelva a leer los últimos párrafos y los tenga en cuenta, pues los creo necesarios para calar el fondo de ciertas costumbres de nuestros guaraos, tales como la temporada anual en los morichales y las fiestas del Naja-Namu y de las Noguara. De suerte que «al levantarse Kuai-Mare de su asiento y comen– zar su recorrida por los caños del Orinoco se desatan las enferme– dades y los indios mueren por montones)). Esta recorrida anual que hace Kuai-Mare por los caños del Ori– noco la fijan los guaraos para los meses de abril, mayo, junio y julio, época en que, por venir revueltas las aguas del río, únicas que beben los indios, suelen hacer grandes estragos, sobre todo entre los niños, causando la disentería, el vómito negro, el tifus y el paludismo. Un cálculo, creo que bastante verídico, hace ascender a más de un tercio el porcentaje de niños que mueren anualmente a conse– cuencia de la revolución de las aguas del Orinoco y sus caños. 8 Quien haya convivido con los indios, si es observador, habrá notado la emoción --especie de sacudida nerviosa- que produce en ellos el estrépito que ha– cen los árboles, al caer por su cuenta en el monte o las ramas al desgajarse. La raíz de esa emoción supersticiosa está en los zapatos de Kuai-Mare.

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