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540 P. BASILIO M. DE BARRAL ta; las intenciones que traían: Ka toma najobui, a-nczjoro teme, buscando nuestra carne para devorarla; vienen, además, jadeantes de alegría ( origuczkayá-jcz), por la seguridad de encontrar su presa. Creo ser éste el lugar oportuno para afirmar que la prehistoria guaraúna, vista a través de su cancionero (que es en todas partes el espejo más nítido del alma popular), de sus leyendas, tradiciones, cuentos y mitos, y del común sentir de todos ellos, confirma, no sólo la crueldad atribuida a los dczriabmno musimutuma (truculen– tos caribes), sino también su fama de caníbales. El fondo de estas tradiciones está conforme con la historia, por la cual sabemos que las partidas caribes, dedicadas a guerrear para conseguir esclavos y vivir de su producto, procedían del Sudeste, y que siempre estuvieron en guerra con los guaraos. En cuanto a lo primero, el texto del Cancionero dice que proce– dían de nabautú-mo, o sea, del exterior, de afuera, de la banda del mar, y de acuerdo con el canto, la historia fija como puntos de par– tida o retaguardia de las bandas agresorasi las regiones del Guainí y del Esequibo, en donde los traficantes holandeses habían estable– cido factorías y se dedicaban preferentemente a la trata de esclavos. Sin que les importase un grano de anís la suerte de los caribes, procuraron aquéllos ganarlos desde un principio, haciéndolos sus aliados; pudiendo por este medio contar, desde que pusieron los pies en el Esequibo, con excelentes jaurías para llevar a cabo su empresa favorita de cazadores y traficantes de esclavos, profesión en la que no dejaron echarse por nadie el pie delante. Es tiempo ya de que se sepa, se divulgue y se enseñe en las escuelas venezolanas que la mayor parte de las atrocidades perpetradas por los caribes en el área de las Guayanas, fueron instigadas, planeadas muchas de ellas y hasta dirigidas en el mismo campo de combate, no por los caribes, sino por europeos (dígase holandeses en primerísima fila, y luego, ingleses y franceses). A pelo ha venido el símil de las jaurías, ya que no otra cosa eran las hordas caribes: Jaurías, al mandado de sus aliados europeos. De la veracidad y seriedad histórica de estas afirmaciones van a responder los extractos de tres documentos, que transcribo para que el lector juzgue por su cuenta. Prirner documento.-Es el testimonio de un holandés, el Gober– nador de la Colonia, Gravesande, quien en uno de sus despachos oficiales, escribía el año 1746: ((Tengo informes, por una fuente fi– dedigna, que los Misioneros están pensando fundar para el año en– trante otra Misión aún más cerca de la frontera; esta noticia ha causado mucho descontento entre los habitantes de la Colonia, pues

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