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LOS INDIOS GUARAUNOS Y SU CANCIONERO 499 En dichas regiones, a pesar de su aparente ventaja por ser tierras secas, la vida no es tan fácil para el indio guarao como en las tierras anegadizas del Delta propiamente tal. La ventaja que ofrecen los frutos de la agricultura indígena de tierra seca, concretada a un poco de yuca, algo de maíz, algunas matas de bananos y alguna piña, es anulada, o, al menos, contrabalanceada desventajosamente por la escasez de la pesca, por aquello de que en los cerros no nada el pez. En la disyuntiva entre un racimo de cambures, por hermoso que sea, y un buen ejemplar de morocoto, el guaraúno, naturalmente piscívoro, se tira por el morocoto. Ahora bien. Para ver logrado su racimo de cambures, el indio del cerro tiene que talar, tumbar, que– mar, plantar, limpiar y esperar ocho meses. En cambio en el Orino– ca de un sólo golpe pueden cogerse muchos, muchísimos morocotos con una sola tapa. Doce quintales de morocoto seco logró de una sola tapa la gente de Giobetti en la isla de Iduburojo. Y el Padre Blanco tuvo paciencia para contar setecientos ejemplares del codi– ciado pez en la ranchería de Jubeina, pescados también en una sola tapa. Son frecuentes los casos de tener que desechar parte del pes– cado por no caber en los cayucos. ¿Quién no ve por estos datos los puntos de ventaja que llevan a los indios cerreros los que viven en el litoral? Y con respecto al pan, al indio del bajo tampoco le falta, aunque no sea tan variado. El ocumo de agua, denominado vulgarmente daxín, es el buen pan de la Providencia, que no falta a nadie y satis– face las necesidades del hombre del palafito deltano, sea indio, sea blanco. Se lo he dicho muchas veces a mis indios: parece que Dios tuvo una corazonada para con aquéllos que habríamos de morar en estas tierras fangosas; tierras que seguirán siendo tales hasta que con los años se eleven sobre el nivel de las mareas, o hasta que los trabajos de desecación del terreno por medio del drenaje, con– viertan al Bajo Delta en el edén de Veñezuela. Pero, aparte de las ventajas del orden gastronómico a favor de las tierras anegadizas del Delta, existen otras más importantes to– davía del orden sanitario. Está comprobado que todas las tierras más o menos altas, que se encuentran flaqueando o salpicando el Delta del Orinoco, son palúdicas. Por el contrario, las tierras bajas que reciben cada doce horas el lavado a fondo de las aguas de la marea, están inmunizadas de semejante flagelo, debido a no ser en ellas posible el desarrollo de las larvas progenitoras del anófeles. Las fiebres que sobrevienen no son palúdicas, y de presentarse ca– sos de paludismo auténtico, es importado. Los indios, aunque no comprenden la naturaleza y génesis del paludismo, o lo entienden a su modo étnico; aunque desconocen el microscopio ni saben que existen los microbios, sí se han dado cuenta perfecta de la realidad

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