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464 Yosebina jakotai ranerá..., ma isa11a111ataya, daiba yana monika. Ma nibora nabarao, nabarao. Daiba Y osebina jakotai ma dariatakore, eiamo nar11te; narute. P. BASILIO M. DE BARRAL La Josefina esa, caramba... , me maltrata, como si hermana no fuera. Pero mi marido es el nabarao, el nabarao. Si la Josefina esa, mi hermana, esa taJ, me maltratare de nuevo, con él me iré... , me iré .. . El canto presente es una comprobación de lo que en el ante– rior decíamos respecto de los nabaraos. En una de las vueltas de] caño Canaima, cerca de la boca, un nabarao tiene en lo más pro– fundo del río (joni a jaremuju), su residencia. Su casa no es de pal– ma, como los pobres ranchos de los guaraos, sino de tabla ( daubasa a-jonoko) como las de los chivatos más distinguidos de los caños. El nabarao de Canaima tiene relaci;mes maritales con la guaraúna, protagonista del canto, por lo cual es malquista de su familia, y su hermana mayor, de nombre Josefina, la menosprecia y maltrata: Daiba, ma nibora kuare, ma dariatava. Llama la atención por su belleza la forma en que la maltratada expresa su queja contra su hermana: i\1u dariataya, daiba-yana monika, me maltrata como si no fuera hermana mía. Pero se consue– la con la idea de que el nabarao es su marido, poderoso y opulento, aunque hasta ahora no ha ido a vivir con él sino que el nabarao venía a encontrar,c;e con ella, conforme a la costumbre de estos jebus de las aguas. Y lanza contra su hermana mayor la amenaza de que, de seguir portándose así con ella, abandonará la familia, para irse a vivir con aquél en las profundidades del río Canaima. Daiba, ma nibora kuere, ma dariataya: la hermana mayor, por causa de mi marido, me maltrata; o lo que es igual: porque el Na– barao es mi marido, por eso me maltrata mi hermana. Existe entre los guaraos la convicción de que es un hecho a veces el acceso sexual de los nabaraos a las indias, a cuya unión atribuyen el engendro de hijos monstruosos, anormales o lisiados. Al nacer un niño defectuoso, máxime si es deforme, lo atribuyen a paternidad nabaraonera. No solamente los extraños, sino la mis– ma madre lo cree así, y ella misma se encarga de eliminar de la faz de la tierra aquella casta de los nabaraos, matando a su propio hijo. Esta costumbre cruel la tenemos superabundantemente compraba-
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