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26 P. BASILIO M. DE BARRAL aborígenes, es del todo injusto tratándose de los guaraos, a quienes, si en otros aspectos pudiera, tal vez, corresponderles el concepto de inferioridad, no en lo referente a dotes musicales, aspecto en que no creo tengan nada que envidiar estos indios a ninguna otra raza de América o de fuera de América. * * * El canto coral o en masa, en las origuaka o fiestas de regocijo y jolgorio, lo mismo que en los funerales, es consustancial con la mis– ma fiesta. Cuantos participan -no como simples espectadores, sino de un modo activo- en las danzas raciales, todos cantan al mismo tiempo que danzan, emanando de esa cooperación de todos el ardor y emoción de la fiesta. Pero lo que a esas masas corales comunica su originalísima e in– confundible modalidad étnica es la formación espontánea de núcleos corales, dos, tres, cuatro o más, en que inexorablemente se distri– buye la concurrencia de cantores, comenzando todos al unísono y separándose los diferentes grupos después de los primeros compases. Esta dispersión de los coros alrededor del tema musical se reali– za bien en forma de canon sui generis, yéndose unos a la zaga de los otros con intervalo de algún compás o fracción de compás, o bien encaramándose en las octavas altas por medio del típico falsete, tan connatural en las mujeres indias. Para mí, la facilidad que tienen estos indios, aun los niños, para improvisar así sus cánticos, es la comprobación de sus aptitudes nada comunes para la música. Dedúcese de lo dicho que para apreciar la belleza y, sobre todo. la emoción del canto guaraúno en toda su integridad, no basta oír la simple y enfilada melodía unísona, tal como aparece escrita en el Cancionero. Eso sería como juzgar de los primores topográficos de una región pródiga en perspectivas, siguiendo una descripción muy exacta, pero ceñida y escueta, del camino que la atraviesa. La perspectiva integral del canto guarao puede apreciarse única– mente de dos maneras: oyendo los coros vivos en las origuaka o fiestas, y por medio de auténticas grabaciones gramofónicas o si– milares. La transcripción directa de todo el conjunto multicoral, si ha de hacerse con exactitud, la juzgo poco menos que imposible, estando el nudo gordiano de la dificultad en que los indios jamás repiten exactamente el cántico como lo cantaron la vez anterior. Por lo que, si tan laboriosa resulta la transcripción de los cánticos al unísono, como adelante se verá, ¿qué trabajo sería empeñarse en sujetar al

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