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18 P. BASILIO M. DE BARRAL siempre para contrarrestar el maleficio de los teurgos de otras ran– cherías o tribus contra los indios de la propia, de la que el güisiratu o teurgo se denomina Yaorotu, protector. Interpreta la voluntad y las órdenes de los J ebus o espíritus, y las del J ebu Arotu o Gran J ebu acerca del proceder de los indios en determinadas circunstancias, por ejemplo: cuándo ha de cele– brarse kasiri o fiestas de libación en obsequio de los espíritus; cuándo y adónde deben trasladar su ranchería; el sigilo que deben guardar respecto del arcano racial, etc. La creencia de los guaraos en la supervivencia del alma humana los lleva a practicar ciertas costumbres, nacidas, parte de la piedad o compasión, parte del temor. Tales son: el enterrar con el muer– to cuanto tenía a su uso, para que el alma no sufra con su recuerdo y para que no vuelva a la ranchería en busca de sus objetos; el des– trozar todas las obras hechas por el difunto y que no pueden ser enterradas con el cadáver, por las mismas razones dichas; el in– utilizar las siembras que el finado dejó. Si es un plantel de yuca amarga o de caña dulce, suelen respetarlo, pero nadie se atreverá a tocar la hoja de una mata, mientras no se haya celebrado el kasiri del funeral, es decir, mientras no se haya ofrecido al espíritu del muerto la bebida fabricada con los frutos de su conuco. A Jebu están reservadas las primicias de todos los frutos de la agricultura garaúna, no siéndoles lícito a los indios llevar nada de su conuco o hacienda sin haber precedido la ofrenda primicia! a los Jebus. * * * Es un hecho comprobado que cuanto más primitiva se conserva una ranchería o población guaraúna, más exagerada es en ella la superstición respecto de las comidas, y más restringida es la dieta cualitativa. Esta rigidez, por el contrario, va relajándose a medida que se incrementa el roce de los indios con los civilizados. Entre los animales se abstienen del váquiro, del tapir, del vena– do, del cochino. Y, en general, propenden a prescindir totalmente de la carne. De los pescados les está vedado el laulau, las diversas especies de bagre, a excepción del jaso (bagrejoso), la cachama, la pallara, el guitarrillo y otros muchos. Se abstienen, además, del cacao, del café y de todo guiso condi– mentado con manteca o aceite. Abominan de la cebolla, del ajo y de toda clase de especias en la comida, a excepción, tal vez, del ají. La causa de esta abstinencia racial de los guaraos es la convic– ción de que el J ebu se lo ha vedado, aunque ellos siempre dicen

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