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16 P. BASILIO M. DE BARRAL vir de los indios; en la existencia de Jebus antagónicos y en la beligerancia de unos con otros; en la existencia de un jebu supe– rior, al que distinguen con diferentes nombres, como veremos al tratar del Ser Supremo en la introducción a las fiestas del Naja– namu. Creen también en el sacerdocio, considerando al güisiratu o teur– go como intermediario entre los indios y los Jebus. El güisiratu es quien los aplica y los hace propicios. Y en tratándose de Jebus in– feriores, el teurgo o güisiratu es quien los impera o los expulsa de los posesos, que tales son los enfermos en la mentalidad guaraúna. Además de estas creencias, en las que se ve el sello de lo étnico, tienen los guaraúnos otras ideas religiosas, que son, sin duda, frag– mentos dispersos de la revelación, aunque muy deformada. Es difícil, sin embargo, poder afirmar si esas ideas son autócto– nas, conservadas desde el principio por sus antepasados, o si, más bien, han sido importadas por la invasión del descubrimiento, sien– do en este último caso destellos de verdades cristianas, predicadas por los antiguos misioneros o propagadas por el pueblo criollo. He aquí algunas: idea del fin del mundo y de la resurrección final; tradición sobre un diluvio, en que perecieron todos los indios, salvándose tan sólo un güisiratu con sus mujeres y familia 11 ; exis– tencia del mar de arriba (las nubes azules) y las tierras de arriba (las nubes blancas) con la casa del Nonatu (el Creador), situada en la banda de allá del mar de arriba. Por ese mar de arriba (kuai a nabaida) tienen que pasar las almas al salir de este mundo, para llegar a la casa del Nonatu. De la parte de acá del mar de arriba está una especie de puerto con una casa grande, en donde las almas esperan a que se calmen las olas de aquel mar, cuando está alborotado. Por allí cerca, sobre las nubes blancas, están las buretuma a janoko-sebe o ciudades de los zamu– ros, con sus granjas agrícolas y sus embarcaciones a vela y a remo. En un cerro próximo está la casa de las avispas bravas y de la paila grande que hierve sin parar, en donde caen las almas de los indios :malos. Y cuando éstas tratan de salir de la paila, son acri– billadas por las avispas bravas, que son del tamaño de un colibrí. Los guaraos tienen culto religioso, pues esas creencias de los indios que acabamos de enunciar, no son simplemente especulativas o imaginarias, sino de influencia operante en la vida práctica de aquéllos. De esas ideas y creencias arrancan la mayor parte de sus costum– bres raciales, y en ellas recibe su inspiración y su impulso ese con- 11 En mi libro Guarao Guarata puede verse esta leyenda, recogida de labios de los indios.

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