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LOS INDIOS GUARAUNOS Y SU CANCIONERO Nanioboida daiborn, ma janoko a-namuna varuyá-ja, dokotu yakera-ja nokoya, naniobo. De un sapo enorme de lomo verrugoso, que hasta los horcones de mi casa ha entrado, el canto agradable escucho, el del sapo. 333 El canto quiere evocar cierta costumbre peculiar de estos batra– cios: el acercarse a las viviendas indias, atraídos por la luz de las fogatas y mechuzos, y el buscar las paredes o, en su defecto, los horcones, que son los hitos de aquéllas. La pared o el horcón ilu– minado atraen al animalito, que se arrima para cazar los insectos en ellos posados. Y cuando se cansa de cazar, o, como si dijéramos, en los entreactos, vueltas las grupas, cual si en el horcón o pared viera asegurada su retaguardia, hincha el odre de sus pulmones, cual gaitero su «folll, y canta las glorias del Señor con el tributo fervoroso de su salmodia inconsciente ... Eso constituye el dokotu vakerá-ja, el canto agradable del sapazo verrugoso ... Y a este propósito viene a mi mente el siguiente recuerdo: «Mes de agosto de 1943. Todo el Delta del Orinoco está conver– tido en un :mar dulce, sin que se consiga en él una hectárea de tierra seca, a excepción de los cerros, convertidos en islas. La misión de Araguaimujo ha sido invadida por las aguas, cuyo nivel se eleva tres pies sobre los terrenos más altos. La escuela de niños tiene cua– tro pies de agua, en la cual nuestra lancha motora pudiera navegar desahogadamente. El altozano de la iglesia es un campo de agra– mante, en donde se arremolinan todos los animales domésticos, va– cas, cochinos, caballos, etc., por ser el único punto en que pueden fijar los pies en seguro, gracias a los esfuerzos de los pobres misio– neros, quienes, en plena invasión de las aguas, acumularon vigas, convirtiéndolo en una especie de plataforma de madera. La misma iglesia tiene dos palmos de agua y para oír Misa las hermanas mi– sioneras han tenido que enfilar los bancos desde su misma casa, sobre los cuales vienen caminando. Los Padres misioneros están sin casa, porque la pobrísima que tenían se la ha derribado el río, y unos duermen en la lancha, mientras que otros han llevado sus catres a la sacristía, anegada lo mismo que la iglesia. Lo único que ha que– dado seco en toda la misión es el presbiterio, en donde los misi.o– neros, al retirarse a la sacristía para dormir, después de haber va– deado la iglesia descalzos, dejan sus sandalias, para ponérselas por la mañana al venir a decir la Misa. 23
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