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12 P. BASILIO M. DE BARRAL desaparición paulatina de sus viejas costumbres religiosas, la desin· tegración de su ritual litúrgico y la depauperización de su culto. Más tarde, a medida que por la intromisión criolla, que siempre ha actuado como cuña disgregadora de la unidad racial de los indí– genas, iban las tribus perdiendo su cohesión política, distanciándose cada día unas fratrías de las otras, hasta hacerse extrañas y aún ene– migas, como auténticos taifas, el filón compacto de la prístina reii– gión guaraúna se fue también desmenuzando, hasta desaparecer como tal filón. Cada tribu, al separarse de las otras, llevó consigo parte de su ritual y se aferró a determinadas creencias y prácticas raciales. Después, al desdoblarse la tribu en fratrías autónomas, cada una de éstas hizo otro tanto con las creencias y prácticas tribales, con– tinuándose de esta manera el proceso de pulverización de la religión guaraúna, hasta llegar al estado actual, en que ya no quedan más que muestras, fragmentos diseminados aquí y allá, como mineral de aluvión. Parte de esas muestras o fragmentos que quedan de la antigua religión de los guaraos, forman el contenido del presente trabajo. Y aunque otro mérito no tuvieran, siempre tendrían el de asegurar la existencia del viejo filón desaparecido, y de que, por los quilates de las muestras o fragmentos, podamos formarnos idea de la rique– za del mismo filón. Tratándose de aborígenes de tierra firme, siempre quedan otros medios de investigación que se pueden obtener en los museos, o bien haciendo excavaciones en los lugares que fueron asiento de las razas o tribus desaparecidas. Es fácil obtener amuletos, idolillos, etc., en Sacoroco, Piacoa, Santa Catalina, Barrancas o en los cerros de Hausa (Amacuro), asien– tos que fueron de poblaciones indias no guaraúnas. Pero, hasta la fecha, la arqueología no nos ha ofrecido, que yo sepa, un solo ejem– plar del que pueda asegurarse que es guaraúno. Será interesante conocer las causas de este fenómeno, las cuales pueden resumirse en las tres siguientes: vida, medio y superstición. En efecto. Ni la vida peculiar de estos indios, ni el medio en que aquélla se desenvuelve son nada propicios a la aclimatación de ma– nufacturas persistentes que puedan transmitirse de unas generacio– nes a otras. El indio guaraúno podría ser clasificado, en cierto modo, entre los seres acuáticos, como de hecho ellos mismos se han clasificado al escoger para nombrarse el denominativo de guarao. Este término, compuesto de gua (embarcación) y aro (ser viviente), significa, se– gún ya dijimos, habitante de las embarcaciones.

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