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306 P. BASILIO M. DE BARRAL contextura de su hueso «hioides)), en forma de caja de resonancia, les permite proferir unos aullidos tremebundos, capaces de atemori– zar al forastero que los oye por primera vez. Los araguatos viven en bandadas sobre las copas de los árboles. Dícese que sólo cantan los padrates o jefes, los que se diferencian por la corpulencia de su cue– llo. De la fina piel de estos aulladores fabrican los guaraúnos los par– ches de sus tambores típicos (ezíru), cuya descripción haremos en otro lugar. El nombre de araguato, aunque a simple vista parezca tan guaraúno, no lo es, sino importado. En guarao se dice guai. Referente al llamado canto de los araguatos, corre por esos mun– dos la siguiente anécdota: Viéndose el araguato dotado de una caja de resonancia tan formidable, quiso apostar con el mismo Dios. Y llamándolo desde la copa de una ceiba, le dijo a gritos: -))Nabó (Abuelo): te apuesto a que tu grito no es tan potente como el mÍOll. -ccAceptado, le dijo Dios: súbete a lo más alto y comienza». Subió el araguato y comenzó a gritar. Y sus aullidos eran tan tremebundos, que hacían temblar toda la selva. -11Ahora espera, le dijo Dios. En este momento un rayo zigzagueó en el horizonte, deslumbrando la selva, y retumbó un trueno tan espantoso, que el araguato, aterrorizado, se tiró de cabeza desde la copa del árbol, acurrucándose hecho un ovillo al pie de la ceiba, mientras musitaba entre dientes: ((Potente es la voz del araguato, pero con Dios ¿quién se atreve?)), Desde ese día, dicen, el araguato no quiere nada con ra– yos ni truenos. Y por eso, cuando truena, se tiran de las ramas y se acurrucan arrimados al pie del árbol. lburu, árbol llamado sangríta por la savia viscosa que destila, del color de la sangre. En los troncos ahuecados de este árbol labran sus panales las abejas silvestres, que tanto abundan en los caños; y sus flores son el alimento preferido de aquéllas. Por eso en la época de la floración del sangrito es cuando la miel se desborda de las colme– nas. Y, a propósito de ello, existe un proverbio guaraúno que dice: lbu obobukare, simo erabitu jae, al florecer el sangrito, abunda la miel. Y otro dice: lbu basabasa nakakare, usibu tuaraya, al caer la fruta del sangrito abunda el morocoto. La abundancia del morocoto en los caños coincide, efectivamen– te, con la época de la caída del ibu basabasa o fruta del sangrito, épo– ca que puede fijarse de mediado::, de marzo a mediados de mayo. Avida el morocoto de esa fruta, que en dicha época gotea de los árboles, se interna por los cañitos, en busca de la misma. Es enton– ces la época de la pesca con naba o tapa (palizada), procedimiento consistente en cortar la retirada a los voraces morocotos, cuando, con el bajante de la marea, descienden de sus comederos. Noba y naba. Véanse esos términos en mi Diccionario guarao– esparial.
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