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LOS INDIOS GUARAUNOS Y SU CANCIONERO 269 Entre la población guaraúna del Macareo distínguense cinco tri– bus fundamentales: Makeriteña, balcarao, majoromo, moyotu y ku– kurito. a) Los makeriaraos. Hasta la invasión de los caños por los in– migrantes margariteños a fines del sig,lo pasado y comienzos del actual, la población makeriteiia desde Punta Pescador hasta la bi– furcación del Macareo y el Manamo, puede decirse que era total– mente indígena. Tanto era así, que una fratría desplazada de Ma– riúsa se estableció a pocos kilómetros de su boca sur, fundando la pintoresca ranchería de Vuelta de los Indios. Allí permanecieron bastantes años, cultivando, entre otros frutos, el cacao y la caña de azucar, para cuya molienda consiguieron un trapiche que movían con bueyes, llevados por ellos mismos del Estado Monagas. Al in– tensificarse la inmigración margariteña y costeña, los indios no pu– dieron convivir mucho tiempo con sus recién venidos vecinos; a lo que contribuyó, más que nada, la incomprensión de ciertos Co– misarios 2 y los embrollos en que los metieron algunos comercian– tes. Por estas y otras razones determinaron abandonar cuanto te– nían y trasladarse lejos del radio de ocupación de los isleños y de– más, dejando allí, con sus haciendas, sus bueyes y su trapiche, el toponímico del caserío que sigue nombrándose Vuelta de los Indios. Ellos, descendiendo por el Macareo, restablecieron su ranchería en Vuelta Larga, donde permanecieron hasta el año 1941, fecha en que cierta alta personalidad del territorio les arrebató varios niños para regalarlos a sus amistades de las grandes ciudades. Afortuna– damente el día que llegó la lancha con la gente armada, los niños se habían ido al morichal con los mayores, por lo que el despojo no pudo ser más numeroso. Al regresar los indios y enterarse de tan monstruoso atropello, temiendo, con razón, que la hazaña se repitiera, como en tiempo de los asaltos caribes, abandonaron todo y se marcharon sin rumbo fijo, dispuestos a ocultarse para siempre en los morichales inaccesi– bles, o, si fuera preciso, pasar la frontera para la Guayana inglesa. Por fin plantaron su campamento provisional en el cañita llamado Juaneida, lugar estratégico, desde donde se podía oír perfectamente cualquier motor que transitase por el Macareo; bien advertidos ni– ños y mujeres de que al menor ruido o asomo de embarcación, aban– donaran los ranchos y se ocultaran en la montaña. Así estaban viviendo desde hacía meses, cuando la Providencia les llevó allá a un misionero capuchino, muy bien enterado de los 2 "Nos pasábamos la vida con el canalete en la mano río abajo y río arriba, sin hacer otra cosa que llevar comisiones" (Palabras del Gobenajoro Felipito García.) ]()

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