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6 P. BASILIO M. DE BARRAL la cultura. Prescindiendo de eso postizo y de eso circunstancial, tanto monta el indio como el que no lo es. A todo lo largo de nues– tro estudio encontrará el lector los argumentos de la tesis que de– fiendo. La música de los guamos es abundante, variada y hermosa, exis– tiendo dos tipos diferentes: la teúrgico-mágica o música sacra, a la que podemos agregar la funerante, y la popular o profana. La primera es la que canta el pueblo guarno en sus fiestas sagra– das, bien sea acompañando sus danzas teúrgicas o bien en sus ora– ciones corales; la música con que los güisiratu o sacerdotes étnicos acompañan sus recitales, ensalmes, conjuros y oraciones rituales, también incluyendo en esta clase de música, por su parecido, la de los hechiceros o magos guarao (joarotu y bajanarotu), y la de las plañideras en los funerales. La música popular es la que cantan en sus jolgorios o fiestas de libación, cuando van embarcados, al ritmo de su boga, mientras realizan ciertas labores caseras, v. gr., cuando tejen o preparan los alimentos, y cuando se mecen en sus chinchorros o hamacas. Son éstas melodías sencillísimas, de ritmo vario, de gran suavidad y un deje melancólico muy típico, que se pegan al oído apenas se oyen cantar. Poesía y música populares guaraúnas nacieron la una para la otra, como la poesía y música de los juglares en la Edad Media. Como entonces, los poetas guamos nacieron para ser cantados, y muchos sobre la marcha. Este otro mérito tiene la música guarao, a saber: que, gracias a ella, la poesía popular tribal ha podido sub– sistir por largo tiempo en la memoria del pueblo. Nada quiero adelantar sobre la religiosidad autóctona del pue– blo guarno, ya que de ese tema se ocupa, casi hasta agotarlo, el primer libro del presente estudio, el cual viene a ser, a fin de cuen– tas, un tratado a fondo de la religiosidad de los guaraos. Hoy día, y de muchos años atrás, en el Delta del Orinoco no habitan más aborígenes que los guaraos o guaraúnos, cuyas parcia– lidades (tribus, clanes, fratrías o rancherías) viven independientes unas de otras, sin más nexos que los que imponen la raza, la sangre y la lengua, que les son comunes. Todas ellas pertenecen a la vieja nación guarao (warrao en algunos documentos), siendo meramente accesorias o comarcales, nunca raciales o nacionales, las discrepan– cias existentes entre unas rancherías y otras, aún las más distan– ciadas. Teniendo presentes esas discrepancias, lo mismo que las mayo– res afinidades entre unas rancherías y otras, podemos distinguir en

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